Por Comunidad de la Madre de Dios
(Monasterio de Buenafuente del Sistal)
Buenas tardes queridos hermanos. Nos ya en el mes en el que celebraremos la Pascua, el acontecimiento central de nuestra historia de salvación: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe” (1ª Co 15, 14). Es como si comenzásemos la cuenta atrás, y de algún modo así es para nosotras, que en estos días hemos comenzado los preparativos de la Casa de Oración para recibiros a algunos de vosotros, que os uniréis a los que aquí vivimos en el tradicional encuentro de Pascua.
Una de nosotras hace mucho hincapié en lo rápido que pasa el tiempo, y el pasado domingo nos dijo: “Ya estamos en el domingo Laetare”. Con ello nos estaba diciendo que hemos pasado el ecuador de la Cuaresma, ¡que no podemos perder el tiempo! Y así es. Sin embargo, nos damos cuenta de la inconsciencia en que vivimos, gastando nuestras energías en lo que se acaba, cuando, según decía la santa de Ávila ”la vida es una mala noche en una mala posada”.
No sabemos que tendrá que hacer el Señor con nosotras para que nos convirtamos a Él. Lo que sí sabemos es a qué nos ha invitado el Santo Padre en su carta cuaresmal; a poner en práctica las 14 obras de misericordia, 7 corporales y 7 espirituales. Nos dice el Papa: “Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados”. Este es el ayuno agradable a Dios del que nos habla el profeta Isaías en el capítulo 58.
Viendo nuestras pobrezas y miserias, para no desanimarnos, recurramos a nuestra Madre la Virgen María; que ella sea nuestra intercesora, nuestro camino para llegar a Dios. Escribía san Maximiliano Mª Kolbe, apóstol de la Inmaculada: “Lo esencial no es actuar según nuestras ideas, sino ponernos entre sus manos. Ella es quien mejor puede realizar la gloria de Dios, mientras que nosotros echamos a perder muchas cosas. Todo depende de nuestra perfecta docilidad hacia ella.”
Como la abundante nieve, caída las últimas semanas, nos ha cubierto de blanco, embelleciendo el paisaje de una forma impresionante, así es también la Misericordia de Dios, “el comportamiento de Dios hacia el pecador” (MV, 21), siempre buscando la posibilidad de restablecer la relación con nosotros, deseando “enternecer el corazón endurecido de su esposa” (Santo Padre, Cuaresma 2016).
Con profundo agradecimiento a Dios, decimos con el salmista:
“Cambiaste mi luto en danza, me desataste el sayal y me has vestido de fiesta” (sal 30, 11)
Vuestras hermanas de Buenafuente del Sistal