Por Agustín Bugeda
(Vicario general de Sigüenza-Guadalajara)
En este año por coincidencia de fechas, coincidencia de calendario solar con la fiesta de San José, siempre el 19 de marzo, y lunar, la Semana Santa comenzando el mismo día 20, la solemnidad de San José ha quedado más en silencio como es él, más en la penumbra. Nada mejor pues que abrir la Semana Santa, situarnos en su pórtico de las manos de este santo patrón de la Iglesia, de este gran intercesor.
Bien sabemos que San José habría ya fallecido a la hora de la Pasión y Muerte de Jesús, ya que los Evangelios no lo nombran para nada, pero conociéndolo bien podemos pensar e imaginar cómo viviría él estos momentos para así poderle imitar y suplicárselo como intercesor.
Sin lugar a duda que ante todo amaría a Jesús, estaría cerca de Él para compensar con su presencia y cariño el olvido, desprecio, calumnia… de tantos hombres. Haría lo mismo que hizo la Virgen, de ahí que una primera actitud para estos días es la estar cerca de Jesús. Lo podemos hacer en el silencio de la oración, en el recogimiento de nuestros templos y en el rincón de nuestro cuarto. Estaremos cerca de Él también recibiendo los sacramentos, escuchando su Palabra y acompañando en el dolor a tantos que sufren. Es momento de amar a Jesús, darle todo el amor que otros le niegan. No perdamos una vez más esa oportunidad.
Y José no haría como Pedro, negarle, o como el resto de los Apóstoles, huir, sino seguro que él permanecería firme y aclamaría también con sus palmas y ramos a Jesús. Saldría a la calla a defender a su Hijo, anunciaría a sus vecinos el gozo de creer y amar a Jesús, hablaría de él en su negocio y donde hiciera falta. Esta es otra actitud fundamental estos días y siempre: anunciar a Jesús sin miedo, vivir la fe en la normalidad de los quehaceres cotidianos. No podemos separar vida privada y vida pública, no podemos recluir la fe a lo privado y separarlo de lo público.
No separamos ciertamente lo privado de lo pública de ninguna de nuestra realidades. Lo familiar, el trabajo, una enfermedad, cualquier cosa influye totalmente en lo que somos y hacemos. Así también la fe y la experiencia religiosa. Por supuesto, que la experiencia de fe es personal e intransferible, algo íntimo pero que se manifiesta en el exterior.
Estos días las manifestaciones religiosas por nuestras calles es una expresión pública de la fe, una expresión hermosa y que precisamente más ha resurgido cuando de una forma u otra se ha racionalizado la fe o se ha insistido en su sólo ámbito privado. Agradecemos al Señor estas expresiones de fe, hay que aclamar al Señor con todo nuestro amor y nuestro ser, participamos en ello con gozo.
Pero esa aclamación lo hemos de hacer en todos los momentos de nuestra vida, en todos nuestros ámbitos… eso nos pide San José, así lo haría… eso lo pide la vivencia profunda de la fe. Respetamos la intimidad bajo el capuchón, debajo del paso, está bien, respetable, comprensible, necesario en la intimidad de cada uno, pero por un lado la persona entera está ahí aunque sea bajo el capuchón y por otro hay que quitárselo en tantos otros momentos.
Todos debemos unir vida de fe personal y vida de fe social. Así lo vivieron tantas personas en el Domingo de Ramos, así lo vivimos tantos y lo queremos vivir en estos días pascuales.
Que San José nos ayude, nos lleve de la mano, junto a la Virgen… a estar cerca de Jesús, a vivir a su lado íntimamente en estos días y a la vez su ejemplo, impulso e intercesión nos lleve a manifestar, vivir y celebrar socialmente nuestra fe en todos los ámbitos de nuestra vida.
Que tengáis todos unos felices y santos días pascuales