Nueva mirada de oración a la ventana del cielo hacia san Juan Pablo II

 

Jesús de las Heras Muela

(Sacerdote y periodista)

 

 


Querido Santo Padre Juan Pablo II, querido san Juan Pablo II:

Se cumplen ahora once años de tu muerte y, unos días antes, de tus dos últimas y estremecedoras comparecencias ante los fieles desde la ventana del ángelus de los apartamentos pontificios. Nos sobrecogiste entonces, querido Juan Pablo II. Apenas pudimos entender tu quejumbrosa y lastimera voz, que se confundía con el gorgojo de la agonía y de la muerte, ya tan próximas. Fue, además, en los mismos del calendario civil y del calendario litúrgico de este mismo año. En 2005, el domingo de Pascua fue 27 de marzo y el miércoles de Pascua, 30 de marzo, como este año.

Y te fuiste al anochecer del sábado 2 de abril, también sábado de Pascua y víspera de la Divina Misericordia, como no podía ser de otro modo.

Reconozco que, aun habiéndote visto tan mal y tan herido en aquellas dos dolorosas e inolvidables  comparecencias desde la ventana, no pensé que tu muerte iba a ser inminente. Y no fue hasta lo noche del jueves 31 de marzo, cuando la Santa Sede informó del agravamiento de tu enfermedad y de nuevos problemas renales añadidos, cuando ya entendí que sí, que sí, que regresabas a la casa del Padre. Y que estabas muriendo como viviste: con las botas puestas, en vivo y en directo, sin trampa ni cartón.

¡Te habíamos tantas veces mal y luego te habías recuperado! Además, nunca vemos la muerte cuando esta acecha a un ser tan querido como tú… No la vemos o no la queremos ver o el buen Dios nos pone una venda en ojos y, sobre todo, en el corazón.

Escucha ahora, en estos días santos, también santificados por tu pascua, esta plegaria, mirándote, buscándote no ya en la ventana del Vaticano –la ocupa tan espléndida y admirablemente Francisco-, sino en la ventana del cielo:

 

 

 

Querido san Juan Pablo II, inolvidable amigo y maestro Juan Pablo II:

sigue bendiciéndonos desde la ventana del cielo. 

 

Gracias por volver a nuestro lado,

siquiera en estas fechas,

y ya, desde tu beatificación y canonización,

para quedarte para siempre.

Y eso que nunca te había ido del todo.

 

Te hemos sentido siempre cerca

y ahora aun más, todavía te sentimos cerca.

Eres uno de los nuestros, uno de nuestra familia.

 

Necesitamos tu mirada.

Necesitamos tu bendición sobre tu Iglesia y sobre tu Humanidad.

 

¿Sabes? Estuvimos en muy buenas manos con Benedicto XVI,

tu estrecho colaborador, tu amigo íntimo, Sucesor, como tú, de Pedro.

Ruega también por él, ya al alba de 89 años

y cuya se va consumiendo como una candela ante el Señor.

 

Lo sabes bien: ahora estamos en las manos de Francisco,

manos que rezuman evangelio, ternura, acogida y misericordia.

Reza también por él,

que, además, Francisco,

pide incesantemente que recemos por él.

 

Te recordamos con cariño y sin melancolía,

aún cuando la nostalgia de los 27 años vividos junto a ti surque

de vez en cuando en nuestros horizontes.

¡Estábamos tan acostumbrados a ti!

 

Sigue señalándonos a Cristo, el único Redentor del hombre.

Infúndenos fuerza y esperanza para que no tengamos miedo.

Sigue predicándonos el evangelio de la vida y de las familias.

Muéstranos que el verdadero y único tesoro de la Iglesia

deben seguir siendo los pobres y los necesitados.

Convéncenos de que la cruz es la llave santa de la santa puerta del cielo

y que sólo salva el dolor inmolado y ofrendado junto al Varón de Dolores.

 

Querido Papa de los jóvenes,

ayúdanos a buscar y llamar, servir y amar a los jóvenes,

como tú los buscabas, los llamabas, los servías y los amabas.

Te encomendamos la JMJ 2016 Cracovia, tu tierra, y de la que eres ya patrono.

Te encomendamos todos nuestros afanes evangelizadores con los jóvenes.

 

Enséñanos a comunicar y a transmitir el evangelio

con fuerza y con credibilidad,

como hacías tú, el Papa de la Comunicación.

 

Viaja y recorre con tu ejemplo y testimonio

por la rosa de los vientos de nuestro necesitado mundo.

 

Sigue corriendo así bien la carrera,

sigue así combatiendo bien el combate

del anuncio, de la misión y del apostolado.

Fortalece nuestro corazón cansado

para que seamos fieles, generosos y entregados hasta el final

-hasta el don total de uno mismo-

en la misión que la Providencia y la Iglesia nos confían.

 

Papa de los enfermos y los ancianos,

Santo Padre herido y condolido,

sigue enseñándonos que nadie se puede

ni se debe bajar antes de tiempo de la cruz,

porque solo la cruz sana y salva,

porque el dolor es salvífico,

porque el dolor más hace más humanos y más cristianos

 

Te pedimos por todos, a ti el Papa de todos.

Ruega por nuestros colegios y por las familias,

reza por los consagrados y los laicos.

Intercede por los políticos, por los poderosos y por los periodistas.

Te pedimos en especial por los jóvenes, los sacerdotes y los enfermos,

tú el Papa de los jóvenes, de los sacerdotes y de los enfermos.

 

Que ya sabes, además, querido san Juan Pablo II,

lo que te pedimos y lo que necesitamos. Amén.

 

 

 

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