"No confíes en los príncipes, o jefes de los pueblos, seres de polvo que no pueden salvar" (salmo 45)

Por Juan José Plaza

(Delegación de Misiones)

 

 

No hay que esforzarse mucho en justificar lo que se nos dice en este versículo del Salmo 45, que hemos puesto por título a nuestro artículo.

También nuestro Señor Jesucristo, en cierta ocasión, afirmó: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros; el que quiera ser grande entre vosotros que se vuestro servidor” (Mat. 20,25-28).

Por lo que vivimos a nivel nacional, desde casi hace un año, y por lo que vivimos a nivel mundial habitualmente, está bien claro que la palabra de Dios es viva y actual (Hebreos 4,12).

Efectivamente, los políticos y dirigentes de los pueblos y de las grandes organizaciones mundiales  vemos que no salvan  al hombre ni sirven al bien común de los mismos, sino que se sirven de sus puestos para llevarnos por sus caminos, muchas veces caminos  tenebrosos y de perdición. En nuestra reflexión, de aquí en adelante, a nuestra patria la dejo a un lado  para fijarme en instancias más altas, como la ONU.

La deriva que llevan la humanidad y las naciones en distintos órdenes: cultural, político, social, económico, jurídico-legal, religioso, moral, de convivencia…se constata que va demoliendo a marchas forzadas, nada más y nada menos, que una civilización, la Civilización Occidental, también llamada cristiana. Civilización que construyó Europa y prácticamente la mayor parte del mundo, cimentada esa civilización en dos pilares: la razón natural (herencia del mundo griego) y el evangelio (herencia del cristianismo), que dio como fruto una antropología concreta, el valor inviolable de la persona humana, sus derechos, el respeto absoluto a la vida, instituciones como la familia, un cuerpo legislativo basado en la ley natural y el humanismo cristiano, una cultura, un arte, etc.  ¡Todo este edificio está en demolición, ya casi en ruinas!

¿De dónde procede la piqueta demoledora, que tan eficazmente está destruyendo nuestra civilización? En nuestra zozobra por dar una respuesta a esta pregunta decimos que es consecuencia del modo de vida materialista y hedonista que hemos adoptado. Es cierto. Pero esto tiene que nacer o brotar de unas raíces o fuerza más profunda, que nos impulsa fatalmente a esa forma de vida. Tiene que haber, decimos a veces, como una mano oculta o misteriosa o una mente que  vaya diseñando o delineando esta ingeniería social ¿Existe? ¡Existe! Y principalmente tiene su origen y ubicación en las Naciones Unidas (ONU).

Hace algún tiempo cayó en mis manos un libro titulado: “LA CARA OCULTA DE LA ONU” de Michael Schooyans, sacerdote, doctor en filosofía y teología de la universidad de Lovaina. Parece ser que San Juan Pablo II fue el que le pidió fuese a la ONU a investigar una serie de cuestiones. El resultado o fruto de ese estudio fue el libro, al que hago referencia. Tanto este libro, como otros muchos muy interesantes del mismo autor, los podéis descargar en una página de internet, que lleva por título “Michael Schooyans.org-Libros”.   

Sólo decir que el eje de este estudio está basado esencialmente en verificar que la Naciones Unidas han dado de lado o como superados los Derechos humanos, promulgados en 1948,  acogidos inicialmente como fuerza motriz de su acción, para pasar a promocionar los “nuevos derechos humanos” (tales como el aborto, el divorcio, la ideología de género, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la contracepción…).

¿Cómo es posible esto? Pues sencillamente porque los primigenios Derechos humanos estaban basados y fundamentados en la Ley Natural o Iusnaturalismo, que ahora ha sido sustituido por el positivismo jurídico.

Los “nuevos derechos humanos” (aborto, divorcio, matrimonio homosexual, ideología de género, eutanasia…) bien claro está que no se fundamentan ni en el sentido común ni en la Ley natural, ni en la razón, ni en el evangelio…, sino en un voluntarismo subjetivo-relativista. Esta es la  fuente de donde, para la ONU, manan actualmente todo derecho  o ley. Los derechos y leyes, por tanto, no son tales porque defiendan un bien  probado y universal para todos los hombres, sino porque emanan de una mayoría o consenso arbitrario de los hombres.

¿A dónde nos lleva esta deriva subjetivo-relativista? Al estado degradado y decadente en que se encuentra nuestra sociedad y que era la situación en que vivía el paganismo en tiempos de San Pablo, como nos relata  en su carta a los  romanos (Rom.1, 18-32). ¡Pura regresión humana!

Hoy nos preocupan mucho los desastres a que nos llevan las guerras entre las naciones. La Sagrada Escritura nos habla de una “guerra espiritual”, que se está dando hasta el fin de los tiempos entre el reino de las tinieblas y el Reino de Dios.

La gran guerra que hoy se está librando en  la humanidad es una verdadera guerra entre el bien y el mal. Parece que la ONU ha tomado partido por el mal y  se ha hecho su abanderada en muchas de sus manifestaciones. Pero en toda guerra hay muchas batallas que librar.

La ONU en su lucha, creando un Derecho Internacional perverso, trata de introducir sus graves errores en todas las naciones, incluso por coacción. Pero ante su sinrazón hay todavía fuerzas sensatas que intentan frenar su locura, como es la Iglesia y los cristianos (a los que la ONU  tiene proscritos). O como es el Tribunal de Derechos civiles y humanos de Estrasburgo (en Francia) que por unanimidad de sus 47 jueces internacionales el 15 de Julio de 2016 ha dictaminado que:” No se debe imponer a los gobiernos (por parte de la ONU, la Unión europea, etc.) la obligación de abrir el matrimonio a las personas del mismo sexo”.

El Señor nos dijo: “No he venido a traer la paz, sino la guerra “- esto en sentido espiritual- (Mat.10, 34). Viendo la realidad de nuestro mundo y de ciertas Instancias, como la ONU, no  podemos quedarnos los cristianos con los brazos cruzados. Utilicemos “nuestras armas” (primero la oración y testimonio de vida, luego el apostolado y el ejercicio de nuestros derechos, etc.) para defender el sentido común, la Ley Natural y la razón y, por supuesto, la verdad plena sobre el mundo y el hombre, que es Jesucristo y su Evangelio ( Jn 14,16).

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