¿Estamos convirtiendo la fe en una realidad virtual?

A propósito del último juego informático del Pokémon Go

 

Por Juan José Plaza

(Delegación de Misiones)

 

 

Hace unos días me encontré con una madre y un niño pequeño; no tendría más de 3 años. El niño llevaba en la mano un móvil de grandes dimensiones. Iba con los ojos fijos en la pantalla y la madre dándole indicaciones, entre ellas: “mira a la acera no te vayas a caer”. Entonces me di cuenta de que estaban practicando el último de los juegos informáticos: el POKÉMON GO.

Me parece obligado, al comenzar este artículo, el invitaros a ir a WIKIPEDIA para ver lo que nos dice sobre  EL MUNDO VIRTUAL. Allí leemos: “Es un entorno de escenas, objetos…de apariencia real, generado mediante tecnología informática, que crea en el usuario la sensación de estar inmerso  e incluso viviendo en esa dimensión”.

Hasta hace no muchos  años, los niños, los jóvenes, los más mayores, es decir, todos…estábamos insertos en la REALIDAD  a secas, sin apellidos. Nos teníamos que enfrentar a los acontecimientos  vitales en toda su entidad fueran agradables o desagradables (la vida con sus fatigas y preocupaciones, el trabajo, los problemas, la diversión, incluso la muerte…). Nuestros juegos de niños, aunque, a veces  revestidos  de idealismo,  tenían un sustrato real. Además, la proximidad a la naturaleza nos daba  experiencia de las cosas que afectaban a nuestra existencia; conocíamos cómo se cosechaba el trigo para hacer el pan, cómo se obtenían los frutos y  se criaban  los animales, que nos proporcionaban alimento, etc. Incluso  los contenidos de nuestra fe tenían una manifestación real e influencia  en nuestras vidas, desde la más tierna infancia.

A medida que se ha ido construyendo la Torre de Babel del “MUNDO VIRTUAL”, éste  se ha ido metiendo como por osmosis y configurando nuestras  vidas, al contacto con el cine, la TV, Internet, las consolas, los videojuegos, el móvil, las tablets…

No es que  condenemos  estos “inventos”; pero sí que hemos de saber utilizarlos con la debida precaución, pues pueden sernos provechosos o tener graves repercusiones en nuestras vidas. A la vista están las adiciones a que llevan: adolescentes pegados constantemente al móvil o al internet o a la videoconsola…, viviendo fuera de la realidad. Se ha llegado incluso a que algunos jóvenes han cometido crímenes practicando juegos  de rol o que se han aislado en sus casas no queriendo tener contacto con el mundo real. También el  juego del Pokémon Go parece que tiene sus peligros o inconvenientes. 

El “mundo virtual” puede llevarnos  a una especie de “enfermedad o psicosis cibernética“ de imprevisibles consecuencias no sólo en lo que respecta a la vida física o material, sino también a la vida moral y espiritual.

Creo firmemente que no debemos abusar de estos medios o tecnología: videos, aplicaciones,  películas…en lo que respecta a la formación de la fe y vida cristianas. En  ocasiones pueden ser de gran apoyo para ciertas explicaciones; pero el uso indiscriminado…puede llevar a la confusión de  considerar los contenidos de la   fe, las enseñanzas de Jesús en el Evangelio, las manifestaciones religiosas o espirituales (la oración, etc.) como una expresión  virtual o  a asimilarlas con  el mundo virtual, es decir, como algo impersonal, como algo que está allí, en la “nube”.

¿Cómo descubrir si esto es así o nos afecta? Sencillamente aplicando una regla evangélica: “Por sus frutos los conoceréis” (Mat. 7, 16-21)  Si nuestras vidas y obras van guiadas por la fe, es que vivimos  una vida cristiana verdadera, real. Si   nuestra fe no tiene conexión con nuestra vida y la va impulsando cada vez más a amar a Dios y al prójimo es que  se ha convertido en una realidad virtual.

La verdadera educación en la fe, ya desde niños, tiene que estar fundamentada  en un encuentro personal con Cristo, que no es una idea o realidad virtual, sino  que es un Dios vivo que está a nuestro lado y dentro de nosotros mismos, que está “tan cerca de mí que lo puedo tocar”, como dice la canción.  Esto ha de ser tenido muy en cuenta en la metodología que se siga en las catequesis. No vale solo la memorización ni el relato magistral, los medios informáticos-cibernéticos, ni tan siquiera el testimonio (que es importantísimo)…, hay que poner al catequizando en contacto real con Cristo por los medios oportunos,  sobre todo, el de la lectura en fe de la Palabra de Dios, la oración y los sacramentos… y los efectos que estos medios  produce en nosotros a través de la gracia). Santa Teresa de Jesús decía que el verdadero conocimiento de Dios es experiencial. Y lo decía con conocimiento de causa…

Los grandes convertidos de la Historia de la Iglesia: Zaqueo, la Samaritana, San Pablo, San Agustín, San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, Edith Stein y, quizás, gentes más cercanas que conocemos, se han convertido y han comenzado a vivir le fe, a vivir con sinceridad una vida cristiana cuando han tenido un encuentro personal con Jesús, una verdadera experiencia de Dios.

Enrique A. Eguiarte  Bendímez (agustino recoleto), en un artículo que titula: “La fe ¿una realidad virtual? Escribe: “La lucha por el cristianismo ya nos será la lucha por un cristianismo como doctrina. Esa es la confrontación entre ortodoxia y heterodoxia (…). Se luchará por un cristianismo como existencia. La cuestión fundamental será el amor al prójimo, la atención se dirigirá a la vida de Cristo y el cristianismo deberá ocuparse fundamentalmente de configurar su vida con la del Maestro (…). La indignación de todo el mundo grita: ”Lo que queremos ver son hechos”. (el subrayado es del filósofo Kierkegaard).

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