Por Juan José Plaza
(Delegación de Misiones)
El mes de Octubre es el mes misionero por excelencia.
El Domund 2016 está llamando a nuestras puertas. Mejor, está llamando a nuestros corazones y vidas cristianas. La Jornada o Domingo Mundial de las Misiones lo primero que pretende es recordarnos que” la Iglesia peregrina (cuantos la formamos en la Tierra) es misionera por naturaleza” (Ad Gentes, 2). O como se nos dice en otro lugar: “La Iglesia existe para evangelizar” (E.N. 14).
Hace unos meses la Conferencia Episcopal Española sacó a la luz un documento titulado: “Jesucristo Salvador del hombre y esperanza del mundo”. En él salía al paso de ciertas corrientes y opiniones teológicas que sostienen que la salvación Dios la puede ofrecer libremente a los hombres a través de distintos caminos, de distintas religiones y de sus fundadores (Buda, Mahoma, etc.). Jesucristo y la religión cristiana sería un camino más de salvación. Esto obviamente para un cristiano es inaceptable, porque Jesucristo, Hijo de Dios, fue enviado por el Padre como Salvador de todos los hombres. Efectivamente, así se nos recuerda en los Hechos de los apóstoles: “No se nos ha dado otro nombre (que el de Jesucristo) bajo el cielo en el que podamos salvarnos” (Hech. 4,12).
Sostener las ideas, antes mencionadas, respecto de la salvación del hombre es un torpedo contra la línea de flotación no sólo del Domund, sino de la misma naturaleza misionera de la Iglesia.
El Domund de este año y su lema: “Sal de tu tierra” (coincidente con la “Iglesia en salida” que no se cansa de repetir el papa Francisco) viene a confirmarnos, una vez más, la vocación misionera de la Iglesia y de todos los cristianos; viene a recordarnos
a/ que tenemos que salir de la tierra de nuestras dudas y de esas ideas equivocadas sobre la salvación del hombre, pues sólo Jesucristo el Salvador.
b/ que tenemos que salir de la tierra de nuestras idolatrías y tibiezas, que nos llenan de flojera para llevar adelante nuestra misión evangelizadora y mostrar a los hombres la luz, la esperanza, la paz, la justicia, el amor …,es decir, a Cristo.
c/ que tenemos que salir de la tierra del individualismo y del pasotismo, de la desgana, de la falta de compromiso y de interés por el bien y la salvación de los demás y reavivar en nosotros el afán apostólico, al que nos urge el mandato de Cristo de amarnos como Él nos ha amado.
d/ que tenemos que salir de la tierra de nuestros miedos, cobardías, comodidad y del qué dirán y dar testimonio y hablar de Jesucristo a nuestros hermanos, aunque nos desprecien y tengamos que sufrir por ello, como los apóstoles, que incluso estaban contentos por haber tenido que padecer por el nombre Cristo.
El primer misionero, Jesucristo, para traernos la salvación, también tuvo que salir: en primer lugar del cielo y venir a la tierra y luego salir de su tierra, de su hogar de Nazaret para predicar la Buena Nueva de la salvación por todo Palestina e Israel.
Los apóstoles también tuvieron que salir de su tierra, dejar sus casas y familias para continuar la misión del Señor y darlo a conocer, hasta los confines del mundo. Lo mismo hicieron sus sucesores y siguen haciendo los misioneros, hasta nuestros días.
¿Nosotros, cristianos del siglo XXI, qué haremos? ¿Seguir encerrados en nuestras tierras de dudas, idolatrías, tibieza, pasotismo, individualismo, cobardías, miedos, indiferencias y del qué dirán, etc. o tendremos la valen tía de salir de ellas, apoyados en la gracia y el poder del Espíritu, para dar testimonio de Cristo y del Evangelio, como tan insistentemente nos pide el papa Francisco y los últimos pontífices?
¡Ojalá que como en San Pablo, el más eminente de los apóstoles, corra por nuestras entrañas aquel arrebato misionero que le llevó a decir: “Ay de mí si no evangelizare”, que, en este Domund del 2016, nosotros podríamos traducimos por : ¡ Ay de mí, si no salgo de mi tierra a dar testimonio de que Cristo es el único Salvador de los hombres”!
Que en la celebración del Domund, además de reavivar nuestra vocación misionera, ofrezcamos por los misioneros nuestras oraciones y nuestra generosa aportación económica.