Por Rafael Amo
(Delegación de Ecumenismo)
Ya han pasado los tiempos, en que por falta de herramientas conceptuales, se afirmaba que el error no tiene derecho a existir y al solo ser posible una religión verdadera, no era posible la coexistencia de religiones. El arduo trabajo de los teólogos –cuya misión no siempre es reconocida y valorada en la Iglesia, sino muchas veces minusvalorada y hasta ridiculizada- hizo posible este cambio conceptual y permitió a afirmar a los Padres conciliares en el Vaticano II esta afirmación sobre la diversidad de religiones:
“La Iglesia no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas, que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces refleja un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. […] Por consiguiente, exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de la fe y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que en ellos existen” (NA 2)