Por Agustín Bugeda
(vicario general)
Queridos amigos:
Con el mes de noviembre vamos llegando al final de este año litúrgico 2015-2016 que ha sido una vez más un año de gracia, en especial por la celebración del Jubileo de la Misericordia.
Pero más que lo que ha supuesto este año me gustaría fijarme en el momento del fin que este mes nos trae.
Vamos caminando por esta vida, van pasando días, meses, años… casi sin darnos cuenta y aunque lo sepamos, conviene recordar y ser conscientes que estamos llamados a un fin, a vivir la vida eterna.
Esta vida es hermosa, tantos regalos como continuamente nos ofrece el Señor, cada gesto y detalle es un don de Dios. Pero no podemos olvidar que la vida verdadera, la vida importante, la que no se pasa es la vida eterna, y por lo tanto hemos de vivir ésta solamente con esa perspectiva.
Si tuviéramos más claro y actualizado que esta vida solo es la primera página de la Vida, sabríamos vivir con más paz, relativizar más ciertas situaciones, situarlas en su justo puesto. De esta manera viviríamos mucho más felices y menos angustiados o doloridos en ciertos momentos.
Cuando hacemos un viaje y sabemos que va a durar una semana, lo disfrutamos, gustamos de los productos típicos de la tierra, admiramos sus paisajes y monumentos, gozamos de la buena compañía de los viajeros. Cualquier dificultad o contratiempo, un mal hotel o transporte, lo vemos como algo pasajero, algo sin importancia. Nos preocupa disfrutar el momento y sacar el máximo partido a todo lo bueno que en sí tenga ese viaje. Así tendríamos que vivir la vida, como un gran viaje, una gran peregrinación.
La celebración de los Santos y oración por los fieles difuntos en este mes de noviembre, juntamente con la Palabra de Dios que en estos días se proclama en nuestras celebraciones, nos ayuda a elevar la mirada y el corazón al cielo y a caer en la cuenta de nuestra condición de peregrinos.
Hemos sido creados para vivir felices en el cielo mientras caminamos disfrutando de esta vida. Vivamos con gozo cada día, disfrutemos de cada instante que Dios nos regala, y no olvidemos que la única vida, la única vida verdadera es la vida eterna, esa Vida que no tendrá fin.