Por Rafael Amo
(Delegación de Ecumenismo)
El pasado 31 de octubre el Papa Francisco viajó a Suecia para asistir a algunos actos –entre ellos un encuentro ecuménico- de la conmemoración de los 500 años de la Reforma. Por Reforma entendemos el movimiento que inició Lutero al clavar las famosas 95 tesis en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg y que culminó con la dolorosa separación del seno de la Iglesia de una gran parte de bautizados.
El movimiento de la Reforma, con los años, fue desarrollándose de forma muy plural de modo que ahora mismo son cientos de comunidades eclesiales con millones de cristianos que viven su fe en ellas.
En este caso, la división en la Iglesia fue culpa de las dos partes. Así lo ha reconocido el Papa, que nos ha llamado a emprender el camino de la reconciliación para llegar a la unidad. Sin la unidad el testimonio de la Iglesia y de los bautizados pertenecientes a la Reforma será inútil. “Que todos sean uno para el mundo crea” (Jn 17, 21) La unidad es condición para la credibilidad de nuestro mensaje.
Es de destacar que el Papa Francisco, en su discurso en la Catedral de Lund ha puesto de manifiesto algunos aspectos positivos de la Reforma que deben interpelar a los católicos: la centralidad de la Sagrada Escritura y el acento en la misericordia de Dios, fundamentalmente.