Por Alfonso Olmos
(director de la Oficina de Información)
Es muy común que en estos días de fiesta, en el puente de la Inmaculada, en muchos hogares se emplee un tiempo oportuno para colocar adornos navideños. Nuestra fe cristiana nos invita a no olvidar la tradición iniciada por San Francisco hace casi 800 años. En 1223, el santo de Asís pidió permiso al Papa Honorio III para representar la imagen del nacimiento de Jesús. Aunque todavía no se le pueda considerar un Nacimiento como los que hoy conocemos, porque parece ser que solo se representó el Misterio, ese es el origen del belén en las casas.
De esta forma San Francisco, de forma plástica, pudo explicar el sentido de la Navidad a muchas personas que no sabían leer ni escribir, y el mensaje se pudo difundir, desde la sencillez de unas imágenes, por todo el mundo en las viviendas de los cristianos. Más adelante sería el Concilio de Trento el que impulsó esta instalación del belén en las casas.
En la actualidad muchas asociaciones de belenistas, y otros grupos sociales y religiosos, programan actividades diversas para que no se pierda la cultura y la tradición del montaje del belén navideño en diversos lugares, como establecimientos comerciales, instituciones, en las calles o plazas, en las parroquias y también en los domicilios.
Contrasta con toda esta trayectoria de fe la corriente laicista de los ideólogos de los últimos tiempos que, queriendo imponer el pensamiento único, son irrespetuosos con una tradición entrañable y totalmente inofensiva. Sucede que estas ideologías se han introducido de tal forma en tantas instancias públicas o privadas que van acabando, poco a poco, con estas expresiones tan típicas, propias y arraigadas en nuestro pueblo.
En estos días la Diócesis de Ávila ha puesto en marcha una campaña con el lema "Yo pongo el Belén", animando a todos aquellos que lo deseen las fotos de sus belenes a Facebook y Twiter con la etiqueta #YoPongoElBelén. De esta forma, entre todos, podemos fomentar y mantener vivo el espíritu que quiso potenciar San Francisco en los orígenes de esta tradición, mostrando la humildad de aquel a quien reconocemos como Hijo de Dios y Salvador.