Por Juan José Plaza
(Delegación de Misiones)
¡Sígueme! es el lema con el que se celebra este año (2017) la Infancia Misionera, que tendrá lugar el 22 de Enero.
Para entender bien el lema debemos hacernos, de entrada, dos preguntas: La primera: ¿Quién es el que nos dirige esta llamada a seguirle? Es nuestro Señor Jesucristo. Y la segunda es: ¿ A quién se la dirige? Se la dirige a todos los hombres; pero en esta Jornada os la dirige concretamente a vosotros, los niños.
Cuando nuestros padres nos llevaron a la Iglesia a bautizarnos, no sólo quedamos hechos hijos de Dios, sino que, además, fuimos constituidos discípulos-misioneros de Jesús.
Seguro que todos recordáis cómo en el Evangelio Jesús dijo a algunos (a Andrés y Pedro, a Santiago y a Juan…):” Ven y sígueme. Y ellos dejándolo todo lo siguieron” (Mat. 4, 18-22). Jesús los instruyó y los hizo primero sus discípulos y, después, los mandó a todo el mundo a predicar el evangelio, haciéndoles sus misioneros.
Este año la Infancia Misionera nos quiere recordar a todos los niños que Jesús, como a Andrés y a Pedro…, nos llama a seguirle, a que seamos de verdad sus discípulos- misioneros.
Y como sospecho que no sabéis muy bien cómo seguir a Jesús y cómo ser sus discípulos-misioneros, vamos a tratar de recordarlo a todos, tanto a los mayores como a los pequeños. Seguir a Jesús y ser sus discípulos-misioneros no es estar bautizado y luego vivir como un pagano ni hacer la primera comunión por pura tradición para celebrar una fiesta en que recibimos muchos regalos ni asistir a las clases de religión o a catequesis sin poner mucho interés ni confirmarse para luego poder casarse por la Iglesia, como algunos dicen, ni ir a un colegio religioso sin más, etc.
Un astrofísico, Michael H. Hart, publicó un libro en 1978: “Las cien personas más influyentes en la historia”. Jesucristo aparecía en la lista; pero en tercer lugar. ¿Por qué? En opinión de Hart la influencia de Jesús en el mundo ha disminuido considerablemente por aquellos que dicen seguirlo, pero no viven sus enseñanzas.
Seguir a Jesús y ser su discípulo-misionero es: 1/ Amarle de verdad no solo con la boca, sino en las obras. 2/ Estar unidos a él por medio de la oración y la gracia. 3/ tratar de comportarnos como Él nos enseña en el Evangelio. 4/ Ir a catequesis y a las clases de religión con un gran interés de conocerle más y más. 5/ Frecuentar el sacramento de la confesión y asistir a la santa Misa, recibiendo la comunión bien preparado.6/ portarse bien con los padres, con los maestros, con los compañeros…, como hacía Jesús. 7/ tener muy presente a los que tienen necesitad, para ayudarles ( el lema general de Infancia Misionera es:” Los niños ayudan a los niños” -con su oración y limosna-). 8/ Tomarse en serio los estudios y abrir bien los oídos para escuchar lo que nos pide Jesús ser en esta vida, sin cerrarse a nada, tampoco a ser sacerdote, religiosos y misioneros. 9/ Dar testimonio de nuestro amor a Jesús allí donde estemos: 10/ Tratar de vivir siempre alegres nuestra fe, viviendo como buenos hijos de Dios.
¡Seguir a Jesús y ser sus discípulos-misioneros no vale la pena, vale la vida!, porque es nuestro Dios, Aquél que ha muerto para salvarnos y nos dice: “Yo soy el camino la verdad y la vida, el que me sigue no camina en la tiniebla, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn. 14,6ss). Seguir a Jesús no vale la pena, vale la vida, para ayudarle a implantar en el mundo el Reino de Dios, la Civilización del Amor.
A veces experimentamos que seguir a Jesús y ser sus discípulos-misioneros cuesta; es cierto, pues hay cosas personales o que nos ofrece el mundo que no tenemos fuerzas para renunciar a ellas. El mismo Jesús nos lo recuerda: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn. 15,5). Pero Él está siempre junto a nosotros para ayudarnos, y nos dice: “Pedid y se os dará” (Mat. 7, 7-11). Aunque esto hay que entenderlo bien. Lo que os digo seguidamente lo aclara.
Hace unos días recibí un WhatsApp que decía “No le pidas a Jesús que te ayude a seguirle, si tú no está primero dispuesto a mover los pies”. ¡Genial! ¿Verdad?
¿Nosotros somos de los que queremos seguir a Jesús? Por todo lo que hemos dicho, no olvidemos, que a esto hay que contestar no sólo con palabras, sino con nuestra vida.