Por Juan Pablo Mañueco
(escritor y periodista)
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido.
Anónimo. Siglo XVI
No para amarte es, Jesús, que me mueve
la promesa futura de tu cielo,
ni tampoco el infierno, sin consuelo.
El amor hacia Ti mismo es quien me eleve.
Me mueves Tú mismo a Ti, desde el suelo
verte en cruz, clavo en leño tu relieve.
Vejado, herido, ultrajado, remueve
a ascender hasta Ti, a darte consuelo.
Muévenme las afrentas que han herido
tu cuerpo sangrante, que señalara
el amor que tu ofrenda demostrara
a cada golpe de martillo unido.
Tu amor obra en modo que igual te amara
sin cielo, y sin infierno igual temido;
que el tuyo amor y reino es que ha venido
a enseñarnos Amor. Y eso sobrara.
Y más, que tu naturaleza humana
ante el clavo que a carne ha desgarrado,
-hálito alado que lanza ha sacado
tras última sangre, ya lo que mana,
saliendo, es tu divinidad hermana-.
Juan Pablo Mañueco
Del libro "La sombra del sol" (2017)