Por Comunidad de la Madre de Dios
(Monasterio de Buenafuente del Sistal)
Queridísimos amigos y hermanos en Cristo: Han concluido las fiestas por el nacimiento del Hijo de Dios, a pesar de que en nuestra casa perduren algunos de los adornos navideños; en otros queda la nostalgia de esos días y algunos piensan “¡por fin se han acabado!”.
Para nosotras, que vivimos a ritmo litúrgico, desde el pasado lunes 9 hemos comenzado el Tiempo Ordinario. La rutina, el día a día… En apariencia lo que más disgusta o de lo que se intenta huir. Por este tópico, en el locutorio, nos interpelan a menudo: “¿No se aburren haciendo siempre lo mismo?” Nuestra respuesta es clara: “¡¡NO!!” La verdad es que gozamos haciendo siempre lo mismo, el Amor siempre es nuevo y todo lo hace nuevo. Esta respuesta, pueden pensar que es estereotipada y sin embargo, es real; ahora bien: igual que no nos sirve la fe de otro, tampoco nos sirve la relación enamorada de otro, es personal e intransferible. Lo que nosotras queremos resaltar con esta reflexión, es que en apariencia se rechaza lo rutinario, y no obstante, durante las fiestas navideñas, algunas personas deseaban que se terminasen. ¿Por qué? Para retomar el día a día. Vivimos en esta contradicción social, posiblemente consumista, cuando nuestra biología es totalmente rítmica, nuestras células hacen siempre lo mismo. Tal vez, este sea el motivo por el que la rutina nos serena, y nos da la oportunidad de entusiasmarnos en la voluntad del Señor, que siempre es fuente de Paz y Alegría.
Esto mismo es lo que hemos pedido toda la Iglesia en la oración colecta de este 2º Domingo: ”Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente la oración de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida se fundamenten en tu paz”. Es decir, seamos verdaderos discípulos de “Jesús, rostro de la misericordia del Padre” (MV 1), que con su muerte en la cruz construyó la Paz y destruyó la enemistad (P. Franciscus, JM de la Paz). Si la muerte de Jesús construyó la Paz para toda la humanidad, también nosotros podemos colaborar con Jesucristo, constructor de paz, aprovechando todas las oportunidades que tenemos para morir a nosotros mismos (sta. Isabel de la Trinidad).
“La Paz es posible”, dijo san Juan Pablo II; y sta. Teresa de Calcuta: “El fruto del amor es el servicio; y el fruto del servicio es la paz". El Papa Francisco en su deseo más profundo de invitarnos a vivir “misericordiosos como el Padre” (MV) publicó el 20-XI-2016, al finalizar el Año de la Misericordia, la carta apostólica Misericordia et Misera, para que la misericordia sea siempre vivida y celebrada. Carta que os invitamos a meditar para que se integre en nuestra vida.
"Estar en paz consigo mismo, es el medio más seguro de comenzar a estarlo con los demás" (F. Luis de León)