Por Alfonso Olmos
(Director de la Oficina de Información)
En estos días de febrero Manos Unidas nos interpela una vez más, para que no nos olvidemos de que hay hambre en el mundo, con una nueva Campaña contra el Hambre. Sigue impresionando que te lo tengan que decir, y más aún con una campaña a nivel mundial. Supongo que el Papa estará pensando, al hilo de su expresión en Lampedusa al contemplar la tragedia de los que mueren en las aguas del Mediterráneo, "¡Qué vergüenza!". Con esta exclamación nos está diciendo que de nada sirve lamentarse si luego no nos comprometemos.
En estos días habrá muchas palabras en forma de homilías, discursos, presentaciones, rudas de prensa y manifiestos, para ayudarnos a recordar que esta lucha contra el hambre exige compromisos concretos. El mismo lema de esta campaña anual ya nos lo dice: El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida. Y si además somos conscientes, de verdad, de que un tercio de nuestros alimentos acaba en la basura, deberíamos sentir esa misma vergüenza que Francisco manifestó junto a la costa de la mayor de las Islas Pelagias.
Pensar que 800 millones de personas pasan hambre en el mundo es escalofriante. Pensarlo y quedarse de brazos cruzados no es posible si somos cristianos. Al menos unos días al año alguien se empeña en repetirnos que esto no puede seguir así. Manos Unidas se esfuerza por concienciar, pero sobre todo trabaja en el mundo, en más de 60 países, para intentar acabar con esta lacra que afecta a tantas personas que habitan nuestro planeta.
Como retos concretos la ONG católica nos pide ocho cosas muy sencillas: descubrir lo importante que es la solidaridad; dedicar tiempo a escuchar a los que nos rodean; pensar cada día en un pequeño cambio que podamos llevar a cabo; aprender a valorar las cosas buenas y la sencillez de la vida; procurar consumir de manera más responsable; reducir el consumo de los alimentos que no son buenos para la salud y perjudican el medio ambiente, procurar reducir el desperdicio de alimentos en nuestras casas y buscar alternativas de reciclado. El mundo, como podemos ver, necesita más gente comprometida: ¿te animas?