Testimonio
(Delegación de Vocaciones)
Antes de empezar a contaros mi experiencia de fe, permitirme que os explique un símil que usaré.
El alma, la cual ha sido creada por Dios para llenarla de EL, es como una botella. Si la botella está cerrada, Dios no puede entrar en tu alma, si está abierta pero llena de cosas, Dios no tiene sitio para quedarse en ella, sólo en una botella abierta y limpia, Dios se puede derramar.
Cuando somos pequeños tenemos una botella abierta y limpia que se llena fácilmente de todos los valores cristianos que, en mi caso, recibí en mi familia y en mi parroquia, pero según fui haciéndome más mayor, y especialmente en mi época adolescente, empecé a cuestionarme muchas de las cosas que me habían ido llenando mi botella. Continúe con mi formación cristiana hasta que me confirme. Después de este momento, la soberbia y la rebeldía adolescente en la que pensaba: “este cura ya me está contando la misma historia de siempre”, “no hace falta ir a misa para ser cristiano”, “lo que dice la Iglesia esta anticuado”. Este tipo de frases fueron calando en mi de tal manera que empecé a llenar mi botella de otras cosas, hasta que llegó un momento que decidí cerrarla para Dios.
Después de 5 años, se cruzo en mi camino una persona muy especial, con una vida de fe muy profunda, que me hizo volver a plantearme todas las razones por las que yo había cerrado mi botella.
Poco a poco se fueron desmontando todos los argumentos vacíos y faltos de sentido que me hicieron apartarme de Dios. Abrí mi botella empecé a sacar lo que no servía y desde ese momento Dios pudo entrar en ella.
Con esta postura de apertura y lucha para mantener mi botella abierta hoy estoy aquí delante de vosotros, para contaros que desde mi experiencia, Dios es lo único que merece la pena y que todo que hagamos en esta vida tiene sentido si lo vivimos desde EL .
Y para terminar, sólo pediros, que nunca cerréis vuestra botella a Dios.