Por Ángel Moreno
(de Buenafuente)
31 DE MAYO DE 2017
“¡De dónde acá que nos visite la Madre de nuestro Señor!” En cuanto tu rostro estuvo ante nuestros ojos, se nos conmovieron las entrañas.
“Bendita, dichosa, feliz, tú que creíste el anuncio del ángel del Señor, y gracias a tu fe tomó carne en tu seno, por obra del Espíritu Santo, el Hijo de Dios. “¡Bendito el fruto de tu vientre, Jesús!”
Señora, Santa María: a tu paso por nuestros pueblos, como sucediera en los tiempos del rey David, cuando subió el Arca de la Alianza a Jerusalén, hemos sentido, por tu poderosa intercesión, la bendición de Dios sobre nuestras familias y comunidades, que a tu paso se colmaban de alegría, de paz y de emoción al experimentar la ráfaga de luz de tu mirada, el sentimiento profundo de tu ternura, la fuerza interior por tu acompañamiento.
Gracias, Nuestra Señora de Fátima, porque tu peregrinación nos ha dejado grabadas imágenes soñadas de comunión, de presencia religiosa de todas las generaciones, que se han acercado hasta tu imagen con cantos, oraciones y ofrendas. Hemos sentido los deseos más nobles de pertenecer a la Iglesia, de humildad, de limpieza de corazón, y has suscitado en nosotros, como lo hiciste con los pastorcitos, ganas de servir a los demás, de confesar la fe, de manifestar la alegría cristiana, de orar.
Hemos sido testigos de las súplicas que te han dirigido los fieles en los grandes encuentros y en los pequeños lugares; entre la multitud peregrina, y en la soledad y silencio de los claustros. Solo tú sabes las avemarías que se han elevado hacia ti, llenas de confianza, a la vez que te presentábamos tantas necesidades familiares, sociales, eclesiales o íntimas.
Madre de Dios, al igual que cuando visitaste a tu pariente Isabel, queremos bendecirte como ella. Entonces, por la cercanía del Hijo que llevabas en tus entrañas, todo quedó santificado; así también estos días nuestra Diócesis, gracias a la presencia de tu imagen, ha recibido un impulso nuevo de deseos de santidad, de coherencia cristiana, de generosidad. Son muchos los que gracias a tu paso han salido a la calle a profesar públicamente su fe, y muchos los que han fortalecido su esperanza.
Gracias por haber confortado, como lo hiciste en tu visita a la montaña de Judea, a nuestros ancianos, enfermos, necesitados, niños, jóvenes, familias, parroquias, comunidades religiosas, motivo que nos mueve a tomar tu mismo cántico de alabanza: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado por tu mediación nuestra sierra, campiña y alcarrias, y ha renovado en muchos las ganas de ser mejores.
Te vas de nuestros ojos, y por ello sentimos nostalgia. Pero sabemos que no solo te llevas nuestras súplicas, sino que te quedas en nuestro corazón. Intercede por esta parcela humilde del pueblo de Dios en Sigüenza-Guadalajara, por su Obispo, que ha hecho posible tu visita, por los sacerdotes y consagrados. Presenta a tu Hijo los sufrimientos y esperanzas de tantos como se han acercado a ti, y de aquellos que no han podido hacerlo. Intercede ante tu Hijo para que no nos falten obreros de su mies.
Han sido muchos los que han hecho posible tu peregrinación. Tú conoces a los que han puesto sus manos en tareas organizativas, a los que han ayudado con sus bienes, a las autoridades que se han sumado y han permitido las manifestaciones piadosas por tantas calles y plazas de nuestros municipios. Déjales gustar el consuelo de tu sonrisa, y ruega por todos nosotros. Amén.