Por Alfonso Olmos
(director de la Oficina de Información)
Toca evaluar y evaluarse. Hemos terminado un curso pastoral, aunque las actividades parroquiales o diocesanas nunca terminen. Pero todo lo programado para ayudar a profundizar en la fe debe ser revisado. Es el momento de ver qué hemos hecho bien y qué podríamos hacer mejor. Siempre es bueno hacer discernimiento personal y comunitario.
Personalmente tendremos que evaluar las formas y los modos. Ver si hemos dado la talla espiritual y materialmente. Si hemos ofrecido a Dios todo lo que hemos preparado y hemos hecho, si lo hemos puesto primero en su presencia. Y también si los recursos han sido los adecuados y lo preparado ha causado efecto.
Comunitariamente habrá que evaluar la implicación y la aceptación. No consiste solo en hacer cosas, sino que también hay que conseguir que la comunidad las sienta como suyas. Parroquial y diocesanamente hablando. Siempre hay elementos discordantes, o porque la idea de lo proyectado no ha salido de su cerebro, o porque ideológicamente algunos se parapetan ante lo que se programa, sea por novedoso o por, aparentemente, trasnochado.
No obstante el final de curso siempre nos da la oportunidad de revisar para mejorar, y así poder llegar al inicio de una nueva etapa, con ánimo renovado y ganas de caminar hacia adelante con ilusión.