Por Alfonso Olmos
(director de la Oficina de Información)
Por definición la fiesta nos une y nos reúne. Por lo general la fiesta suele ir acompañada de buena comida, de bebida copiosa, de música y de baile. A nuestras fiestas tradicionales hay que aumentarle un componente básico: la religiosidad.
Muchos pueblos de nuestra geografía diocesana, en estos días de verano, celebran su fiesta patronal en su día o trasladada para así favorecer la participación de los que gozan unos días de descanso. Para muchos será solo la excusa para excederse en esos otros componentes festivos que aglutinan la definición. Para otros será un motivo más para encontrarse con los paisanos dispersos por otras latitudes y con la familia a la que ve muy de vez en cuando.
Pero además, la fiesta, es un momento de redescubrimiento de una fe aprendida de niños y en nuestros pueblos de origen, quizá un poco olvidada después, que se despierta naturalmente en el corazón de aquellos cristianos que cuentan con un mínimo de sentimientos y de conciencia, cuando se vuelve a las raíces.
Propiciemos lugares de encuentro festivo en torno a la religiosidad popular que, en estos días estivales, cobra un protagonismo esencial y llena nuestra provincia de expresiones variadas fundamentadas en el hecho religioso, con una incidencia social inigualable.
Que las diversas fiestas en honor del Señor, de la Virgen o de los santos nos acerquen a Dios para enriquecernos con su misericordia infinita, y os ayuden a comprender el mensaje de Jesús y a seguirlo incondicionalmente.