Por Javier Bravo
(Delegación de Medios de Comunicación Social)
Otra vez nos encontramos, estimados lectores-amigos, inmersos en un nuevo artículo sobre la evangelización por las redes sociales.
Seguramente muchos de nosotros hemos recibido alguna vez, ya sea vía móvil o vía e-mail un mensaje como el que ilustramos debajo. Por eso hoy vamos a profundizar un poco en las cadenas de oración que nos bombardean y que no sabemos cuáles son creíbles y cuáles no.
Pues bien, nos dice Jesús en el Evangelio: “Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos” (Mt 18, 19).
Jesús nos hace ver la importancia de unirnos en la oración por una intención particular; y Él no pone condiciones a la hora de invitar a sus discípulos a ponerse de acuerdo al orar.
Por eso, hay que saber distinguir la diferencia entre unirse en oración por una intención concreta y real, aunque las personas no se conozcan, y hacer parte de una cadena de oración.
Hoy más que nunca, gracias a internet y a las redes sociales, se ha incrementado la difusión de cadenas de oración que para lograr unos fines determinados amenazan con un castigo a quien no las siga o tratan de imponer algo.
La Iglesia no acepta que se instrumentalice la oración, quitándole valor e importancia, con fines que no sean santos.
En este sentido las cadenas de oración son censurables, y lo son por dos motivos. En primer lugar, garantizan desgracia a quien no las haga, o las interrumpa temporal o definitivamente, o no las reenvíe. Y sustentan esta amenaza citando, obviamente, falsos ejemplos o testimonios. Nadie puede ponerse a amenazar en nombre de Dios. En segundo lugar, estas cadenas engañan pues obligan a la gente a hacer mal uso de la oración, desvirtuándola o banalizándola. Este es el verdadero objetivo de este tipo de cadenas de oración. Y este objetivo se logra con el supuesto gancho del beneficio personal si se participa. En este sentido las cadenas de oración son superstición.
Estas cadenas de oración son una superstición pues se le atribuye a la simple materialidad de dichas oraciones una eficacia que no tienen. La superstición va contra el primer mandamiento de la ley de Dios y es señal clara de que la verdadera fe es inexistente. Donde decae la religión, crece la superstición. Así, no solo comete falta quien envía y difunde estas cadenas de oración sino también quien cree en ellas.
Todo se centra en dos errores: A Dios no se le ponen plazos, ni Él responde a las exigencias que le hacemos; exigencias que le hacemos desconociendo sus planes para con nosotros a través de su divina providencia y sabiduría.
La motivación de la oración a favor de alguien deber ser el amor. Se ora por verdadero amor al hermano o hermana en la fe que sufre.
Y se ora sin olvidar que la oración se debe acomodar a la voluntad de Dios. Nunca podemos presionar a Dios para que Él realice lo que deseamos; la oración simplemente es para ponernos en sus manos, para poner en su corazón amoroso nuestra vida y nuestros destinos, “como un niño en brazos de su madre”. Debemos tener presente que no podemos manipular a Dios. Él no actúa de acuerdo a la voluntad humana. Dios no es un dispensador de milagros y la relación con Él se basa en la confianza.
Por tanto hay que decir: “No a estas cadenas de oración”. Y que nadie se sienta mal o culpable o en pecado si ignora dichas cadenas. Sigamos, pues, mejor en una vida de discipulado, de obediencia a los mandamientos, de fe, oración y de amor a Dios y a los demás.