Por Juan Pablo Mañueco
(escritor y periodista)
Porque son el bienestar supremo con que saciar el hambre y deseo humano,
Ante lo que todo lo demás es sed seca y fría sombra que importa menos,
Zaguán imprescindible que pone proa a la dicha, a la gloria y a dar serenos
Pasos hacia dentro del gozoso silo de soles que colmen el anhelo cotidiano…
Intima clemencia ten contigo y todos. Que la paz nos lleve a los valles plenos
En los que la piedad, compasión e indulgencia contigo mismo y el hermano
Demuestren la arcillosa bondad fructífera del fértil y fecundo grano
Ante el que tales sentimientos nos hacen ser, con nosotros y el entorno, buenos.
Demos al amigo, al adversario y a la naturaleza la viva y abierta mano
Para que ellos nos devuelvan instantes, tiempos y actos libres de cienos,
En armonía, consonancia, cordialidad, perdón y en acuerdos plenos,
Rindiendo y desterrando la desafección y la enemistad a un lugar lejano.
Deseo que camines, amigo, siempre por estos vitales y luminosos terrenos,
Ondeando la bandera de la paz, la piedad y el perdón, como un lozano
Navío que singla hacia un tiempo de abrazos ya casi sobrehumano.
AMOR, PAZ, PIEDAD, PERDÓN, en suma, te desea con ánimos nazarenos
LO MÁS PROFUNDO del tañido de este humilde hermano franciscano.
Del libro "Los versos del cardenal" de Juan Pablo Mañueco (2017)