Renovar la faz de la tierra
Por Diego Borobia
Abogado
Me cuentan que hace ya cincuenta y tres años una ciudad fue dividida en dos, mediante un muro construido con paneles de hormigón y piedras de grandes dimensiones. Separando de este modo a familiares y amigos en dos mundos completamente distintos e incomunicados totalmente el uno del otro. Causando inimaginables sentimientos de dolor, temor y tristeza entre aquellos ciudadanos que de la noche a la mañana observaban como sus vidas cambiaban por completo al ser obligados a vivir a un lado de esa frontera, aunque ellos no quisieran.
Hoy es 9 de noviembre, y gracias a Dios, hace veinticinco años la ciudad volvió a unirse, gracias sobre todo al esfuerzo inconmensurable de un hombre que hizo por primera vez que los ladrillos del muro comenzaran a tambalearse, pues hay miles de formas de mediar en un conflicto, ahora eso si, ninguna de ellas con la bondad, serenidad, sencillez, solidaridad, cariño, amor e ingenio con que lo hizo Juan Pablo II, pues lo cierto es que aquella muralla tarde o temprano acabaría derrumbándose, pero nunca de la manera tan pacífica en que sucedió tras la gran implicación que tuvo Nuestro Padre, mediando entre los lideres de las diferentes corrientes que habían sembrado tal situación, así como alentando el corazón y las esperanzas de aquellos oprimidos. Y es que, Juan Pablo II además de reunir una ciudad (con sus personas, y sus lugares), construyó un puente hacia la paz entre los hombres, paz que hoy en día es más necesaria que nunca, y que para contribuir a ella, pienso que cada uno de nosotros debemos de tomar el ejemplo nuestro Santo Padre y no tener miedo de abrir las puertas a Cristo, pues con su ayuda y mediante nuestras acciones conseguiremos extender la paz, a fin de conseguir ``renovar la faz de la tierra´´.