Por los niños que no tienen educación
Por Gregorio Rivera
Franciscano
Casi me parto de la risa que ha brotado, así, instantánea, cuando un niño del colegio ha pedido en la misa de comienzo de curso por los niños que no tienen educación. Os aseguro que no han sido los niños del tercer mundo, ni los del cuarto, los primeros que me han venido a la mente. Más bien, niños con nombre y apellidos, cuyo carácter se les fue de la mano a los padres en un principio y en el colegio no dan con la clave de su enderezamiento.
No me gusta culpar a los padres. En algunos casos se ve claramente que el problema viene de casa porque siguen retorciendo el proceso formativo. Pero en otros, como dice el Maestro en sus enseñanzas, son demonios que no salen ni con oraciones y ayunos. Vaya bichos. Son diablillos creciendo en malicia hasta que esos corazones oscuros encuentren una luz rojiza que los seduzca y enamore.
Pero vayamos al grano, vayamos a la intención, a ese deseo de pedir los tantos niños que no tienen lo que nuestros niños, hijos o sobrinos, tienen para ir al Cole, porque no tienen cole. En estos momentos en los que escribo, viene a mi corazón la fuerza de unas imágenes de una película que se está promocionando, llena de brillos, música y colores, aunque lo que se ve es un enorme basurero. No recuerdo el título ahora, pero es de esas películas sobre el valor de la vida que quieres ver para no haberla visto, porque tiene que reflejar esa miseria que pisan y abrazan muchos niños de otros países donde el mayor trauma es que no pueden soñar porque su realidad, viendo su pasado, muestra un futuro triste y desconsolado. Por los niños que no tienen educación.
Por los niños que no tienen educación. Por los niños que no tienen padres. Por los niños que no tienen colegio. Por los niños que no tienen libros, cuadernos, lapiceros. Por los niños que no saben qué es eso de reír porque sus enfermedades restringe con dolores las muecas de la alegría. Por.., por.., por..,
La campaña del DOMUND y las constantes referencias al Ébola nos hacen reflexionar los bienes que hemos recibido en esta vida, colocando la salud en el marco de una ventana llena de sensaciones placenteras. Aprovechemos estas circunstancias para dar gracias y compartir con los más débiles lo que tenemos, aunque sea desde nuestras intenciones. Por los niños que no tienen educación.