Por la Comunidad de la Madre de Dios
(Monasterio de Buenafuente del Sistal)
Queridos hermanos: se ha terminado la Navidad y ya disfrutamos del Tiempo Ordinario. Han sido días muy intensos, en los que en las celebraciones litúrgicas se derramó la gracia del Misterio que celebramos. Damos gracias por las bendiciones que nos concede el Señor, a nosotras y a toda la humanidad.
Así es también la vida, después del día viene la noche, tras las fiestas ha llegado el tiempo habitual de trabajo, estudio …etc. Esta alternancia nos ayuda y nos sitúa en la verdad: nada es definitivo, solo Dios. Igual se expresa el refranero popular: “No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista”
A veces, vivimos tan centrados en nosotros mismos, que todo lo engrandecemos con el pensamiento. En esos momentos en que pensamos que el sufrimiento durará siempre, escuchemos al profeta Isaías: “Mirad a mi siervo” (Is 42, 1), en la primera lectura del Domingo del Bautismo del Señor. La imagen del Siervo de Yahvé nos enseña el amor de Dios a cada uno de nosotros. Abrirnos a esta experiencia de sabernos amados de Dios: “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto” (Mc 1, 11) da sentido a nuestra vida. El Bautismo que recibimos siendo niños, ha ido realizándose a lo largo de la vida. En el himno de esta fiesta, cantamos el domingo: “Es Jesús, el ungido del Padre, el que viene del cielo, trayendo un bautismo en Espíritu y fuego para darnos su gloria de Hijo”. Este es el camino que hemos iniciado con el Tiempo Ordinario, y el de toda nuestra vida, ir creciendo en confianza en Dios Padre, ya que somos sus hijos. Y esto no quiere decir que todo nos tiene que ir bien; las circunstancias de la vida son diversas, unas veces más favorables, otras más adversas, pero todas ellas las mejores para revivir la gloria de hijo recibida en el Bautismo.
Aunque hayamos terminado con las felicitaciones y buenos deseos de la Navidad, estemos recogiendo los belenes y adornos navideños y en el mundo del comercio hayan comenzado las rebajas; no por todo ello ha llegado la relajación de la vida diaria. En la oración colecta, al inicio de la Eucaristía del Bautismo del Señor, rezamos: “concédenos poder transformarnos interiormente a imagen de aquel que hemos conocido semejante a nosotros en su humanidad”; a imagen de Cristo, Dios Niño en Belén y crucificado en el Calvario. Este es también nuestro camino y siempre en combate, como dice san Pablo: "Fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo” (Ef 6, 10-12).
Terminamos, compartiendo con vosotros, que tanto rezáis por nosotras, el gran regalo de los Reyes Magos, el domingo pasado por la tarde, una hermana ha iniciado un tiempo de discernimiento en nuestra Comunidad. Si es voluntad de Dios, lo que Él ha iniciado que lo lleve a término.
Unidos en la oración y en la misión
Vuestras hermanas de Buenafuente del Sistal