Testimonio de la Delegación de Vocaciones
Por José Benito
Sacerdote
Los días 27 de mes un miembro de la delegación de vocaciones (compuesta por sacerdotes, laicos, matrimonios y religiosos) va a compartirnos cómo ha nacido y crecido su vocación.
Hoy el turno es mío. Me llamo José Benito y soy sacerdote. Soy natural de Yebra (buena gente...). Soy el tercero de una familia de cuatro hermanos. Me gusta el fútbol, el cine de humor, leer, charlar con mis amigos... Y en medio de todo esto, disfruto cada día del amor de Dios que va llenando cada vez más mi vida.
Reconozco que, desde que yo era pequeño, Dios ha vivido en mi casa como uno más. Mis padres me ayudaron a tener fe y a ir estableciendo con Dios una relación de amistad. Como impresión de aquellos años me queda la cercanía de Dios en las situaciones dolorosas y con las personas que más lo necesitaban.
Cuando comencé a hacerme las primeras preguntas sobre el sentido de mi vida Dios puso en mí un anhelo muy grande, el de alcanzar una vida plena. Fui comprendiendo que el modo de vivir "totalmente lleno" era poniendo toda mi persona al servicio de los demás. Me enrolé en algunos voluntariados y proyectos sociales, que me hacían sentir muy bien, pero no daban total sentido a mi vida. Aún faltaba algo.
Poco a poco fue descubriendo que Jesús me invitaba a compartir con él su misión. Que mi vida, si yo quería, iba a estar enlazada a la suya, siendo sacerdote. Me resultó difícil contestarle, finalmente le dije que sí, y sentí una gran liberación.
Con 23 años me costó dejar la vida que llevaba hasta ese momento, pero se compensó con la buena acogida de mis compañeros de Seminario. En esos años aprendí a conocer y a querer más a Dios, mediante los estudios de filosofía y teología y, especialmente, en la oración.
Después de 7 años de formación fui ordenado en la Iglesia parroquial de Yebra. Ese día fui más consciente de que mi vida era totalmente para Dios, y para los demás.
Hoy, a pesar de mis debilidades, siento que Dios actúa por medio de mí en muchas ocasiones para ayudar a muchas personas. Disfruto mucho, y siento que cumplo la voluntad de Dios, llevando a Dios a los demás, orando y enseñando a orar, cuando celebro los sacramentos, en las convivencias con jóvenes, en el acompañamiento espiritual a algunas personas. Me apasiona compartir y explicar mi fe, especialmente a las personas que "se creen" que Dios está lejos de ellas...
Y últimamente, en la delegación de vocaciones y en el equipo de formadores del Seminario, siento la llamada a ser instrumento de Dios para que otros puedan escuchar la voz del Señor, que sigue llamando, y puedan responder con generosidad. A este respecto, os pido que cada día que recéis por las vocaciones, para que nadie se pierda el sentirse llamado y amado por Dios.
Me despido de vosotros recordando el lema del Seminario del año pasado: "Jesús te promete una vida apasionante". Yo puedo decir, a día de hoy, que la mía lo está siendo.