Santo obispo Farina, el hombre de la caridad: uno de los nuestros
Por Jesús de las Hernas Muela
Sacerdote y periodista
En la tarde de este domingo, 30 de noviembre, a partir de las 19 horas, la concatedral de Guadalajara acoge una eucaristía de acción de gracias por la canonización, el domingo 23 de noviembre, en Roma, en celebración presidida por el Papa Francisco, del obispo italiano del siglo XIX Giovanni Antonio Farina.
Esa misa, presidida por nuestro obispo, Atilano Rodríguez Martínez, servirá asimismo de apertura diocesana del Año de la Vida Consagrada, que, por voluntad del Santo Padre, se celebrará en toda la Iglesia católica desde la tarde del 29 de noviembre de 2014 hasta el martes 2 de febrero de 2016.
Ambos motivos, ambas circunstancias, son, han de ser, sin duda, ocasión, para la alabanza y la acción de gracias de Dios y para el reconocimiento hacia inmenso don y realidad que son los religiosos y las religiosas, tanto por lo que son en sí mismos, cuanto por lo que hacen.
En el Evangelio, Jesucristo nos indicó ya que “por sus obras y por sus frutos, los conoceréis”. Sigüenza-Guadalajara dista a más de dos mil kilómetros de Vicenza, en el noreste de Italia, en la región del Véneto. El obispo Farina vivió entre 1803 y 1888, de modo que no solo nos “pilla” lejos geográficamente, sino también temporal y culturalmente. No lo habríamos conocido, no habríamos sabido nada de él, como nos acontecido con los otros cinco nuevos santos del pasado 23 de noviembre. Sin embargo, desde hace casi medio siglo, las obras, los frutos –las hijas para ser precisos- del obispo Farina llegaron a nuestra diócesis. Y desde entonces, ellas, las Hermanas Maestras de Santa Hijas de los Sagrados Corazones (las hijas del santo obispo Farina) están haciendo el bien y repartiendo misericordia, acogida, ternura y caridad por nuestros caminos.
“Por sus obras y frutos, los conoceréis”. ¡Claro que conocemos al santo obispo Farina, el hombre de la caridad, que era denominado entre los suyos! ¡Claro que sabemos de él y de sus frutos a través de las Doroteas! Y por ello, su canonización del pasado domingo, día 23, fiesta de Cristo Rey, ha sido y es fiesta para toda esta diócesis nuestra de Sigüenza-Guadalajara.
Las Doroteas llegaron a Sigüenza de la mano de los Padre Josefinos, también italianos como ellas. Comenzaron sirviendo en el antiguo seminario menor de los Josefinos de Murialdo, del Callejón de Infantes. Pronto su discreta y eficaz presencia y servicio les llevó a la Casa de Ejercicios y Convictorio Sacerdotal de Sigüenza y a la Clínica Sanz Vázquez de Guadalajara. En 1974, abrieron en Azuqueca de Henares un espléndido colegio, puso bajo el nombre de su fundador. Siguieron multiplicándose, a pesar de estrecheces vocacionales, y desde hace tres o cuatro sirven también la Residencia de Mayores “Juan Pablo II” de Alovera, y desde el pasado verano en la Casa Sacerdotal de Guadalajara.
Ancianos, enfermos, pobres, niños, adolescentes, jóvenes, sacerdotes son, pues, los destinatarios de su servicio y de su amor, junto a la animación y colaboración parroquial y pastoral en coros, catequesis y grupos, y siempre con sonrisa verdadera de la ternura, de la acogida y de la disponibilidad en sus labios, en sus manos y en sus corazones.
Dice la Escritura, decía el mismo Evangelio del domingo 23 de noviembre, fiesta de Cristo Rey: “Estuve hambriento, sediento, desnudo, enfermo, en la cárcel…“. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”.
El santo obispo Farina, el hombre de la caridad, lo hizo. Y sus monjas, las Hermanas Maestras de Santa Dorotea Hijas de los Sagrados Corazones, lo hacen y lo hacen entre nosotros. ¿Cómo no dar gracias a Dios por el santo obispo Farina y por sus obras y frutos, por las Doroteas? ¿Cómo no estar de fiesta con ellas por el santo obispo Farina, el hombre de la caridad, si esta caridad también nos llega a nosotros?
Gracias, queridas Doroteas, felicidades y seguid entre nosotros haciendo el bien “ad multos annos”.