Por Raúl Pérez Sanz
(Delegación de Liturgia)
Como ya apuntábamos en el anterior artículo de opinión, centramos nuestra mirada en intentar acercarnos a lo que se celebra en la Eucaristía: el Misterio Pascual.
El Misterio Pascual es el gran anuncio que la Iglesia ha de hacer al mundo y ha de hacerse a sí misma. Cristo, en la Liturgia de la Iglesia, significa y realiza principalmente su Misterio Pascual. Por este Misterio la vida ya no tiene fin, es vida prolongada y enaltecida. Cristo celebra su Victoria. Por ello en la Misa, ni somos nosotros los celebrantes principales ni nos celebramos a nosotros mismos.
El Misterio Pascual se actualiza en la celebración eucarística, en él se llega a la cima del amor. Cristo sufrió mucho, pero amó aún más que sufrió. El Misterio Pascual es la cima del amor; porque en la Cruz se recupera y mejora la obediencia original. Obedecer es amar. Porque en la Cruz se recupera y mejora la pureza original Pureza es amor. Porque en la Cruz se recupera y mejora la donación original. Donación es amor.
El Misterio Pascual fue un misterio largamente preparado desde el principio, todo nos lleva hacia la cruz y la resurrección, y de alguna manera anticipa en la celebración la eternidad.
Por ello en la liturgia de la celebración eucarística no hay ninguna sorpresa. Ya sabemos a lo que vamos y con qué nos vamos a encontrar. Dijo el Cardenal Ratzinger “La liturgia no es un “show”, un espectáculo… no vive de sorpresas “simpáticas” ni de ocurrencias… No debe expresar actualidad, el momento efímero, sino el misterio de lo Sagrado”. Informe sobre la fe 139.
En el próximo artículo estudiaremos ¿quién celebra?
Feliz Tiempo Ordinario, tiempo de educación pausada.