Por Leticia Gutiérrez Valderrama
(Delegación de Migraciones)
La diócesis de Sigüenza-Guadalajara es una diócesis inmersa en las migraciones. Cuando hablo de las migraciones, me refiero a los diferentes procesos migratorios en los que está sumergida hoy la humanidad: inmigración, emigración, migración interna, asilo, etc.
Nuestra diócesis no es diferente. Sabemos lo que singifica que nuestros familiares se vayan de nuestros pueblos a la ciudad más cercana o más industrializada para buscar mejores oportunidades de vida o simplemente encontrar trabajo, nos es familiar saber que nuestros jóvenes se vayan a estudiar a otra provincia, otra región, otro país para cualificar su profesionalización; ésta emigración que nos es tan conocida y que la vivimos en la piel la complementamos con la inmigración que desde hace algunas decadas es parte de nuestra región.
Haciendo nuestra la invitación de Yavhé de ver, al forastero que reside junto a vosotros, lo miraréis como a uno de vuestro pueblo y le amarás como a ti mismo Lev. 19,34. Desde la Delegación de Migraciones realizamos diferentes actividades que nos permitan vivir la inclusión, la acogida, el amor, el respeto y reconocernos como iguales y diferentes. Así lo pudimos constatar este sábado 29 de septiembre a través de nuestra primera actividad pastoral llamada ENVÍO. Un Encuentro de Vida, Integración y Oración con la que dimos apertura a nuestro ciclo pastoral. Este pequeño gesto de vernos como un solo pueblo, tiene mucha trascendencia personal, espiritual y social para nuestras hermanas y hermanos migrantes, refugiados y autóctonos.
A la apertura vinieron personas de Brasil, Costa Rica, Ecuador, España, Marruecos, Perú, República Dominicana, Sierra Leona, Venezuela y México. La madre de familia de una de las familias participantes, nos comparte su testimonio que les quiero dejar en esta página web; para que ustedes queridas hermanas y hermanos lectores, descubran que la construcción del Reino junto al mundo de las migraciones, es sencilla. Atrevámonos a construir un mundo más humano, más fraterno y más al estilo de lo que Jesús nos pide cuando nos habla del Reino de Dios, ese donde todos y todas cabemos. Les dejo el testimonio de Leny…
“Asistimos a la invitación de Envío, la cual disfrutamos plenamente además del aprendizaje que recibimos (" todos cabemos") sin importar raza, ni color, ni religion, todos somos importantes, merecedores de respeto y solidaridad.
Fue gratificante intercambiar tradiciones culturales y gastronomía de nuestros países y unirnos en oración aún cuando no pertenecíamos todos a la misma religión logramos darnos ese abrazo de hermanos que somos ante los ojos de Dios, Yavé, Alá, Jehova, sin importar como lo llamemos nos conduce a todos al mismo lugar, su corazón. Fue una fiesta maravillosa donde comimos, bailamos, jugamos reímos y nos olvidamos un rato de nuestras preocupaciones diaria para compartir y aprender de otros. Me sentí RENOVADA”.