Celebramos para la gloria de Dios

Por Raúl Pérez Sanz

(Delegación de Liturgia)

 

 

 

¿Para qué se celebra?  Ya contestamos en parte a esta pregunta en artículos anteriores, pero hoy afirmamos con rotundidad: celebramos para la gloria de Dios.

Ya sabemos que Dios tiene gloria infinita, por tanto, ni le podemos añadir ni quitar gloria; sin embargo celebramos “para” su gloria, para que esta se expanda e irradie por doquier.

Dando un paso más en nuestra respuesta, completamos la misma diciendo: Celebramos para contemplar, recibir, asimilar, transparentar e irradiar la gloria de Dios.

Celebramos para contemplar la gloria de Dios: Con la celebración Dios mira amorosamente al alma de cada hijo, le imprime su grandeza y hermosura. No somos nosotros quienes contemplamos sino, quienes nos dejamos contemplar por Dios. En la celebración Dios se acerca al hombre.

Celebramos para recibir la gloria de Dios: Dios no se guarda la gloria para sí, sino que nos la comunica en Cristo, nos hace partícipe de ella sobre todo en los sacramentos. Podemos decir que la participación fructuosa en la celebración significa que acudimos a la “hora del reparto de gloria”

Celebramos para asimilar la gloria de Dios: El don que Dios nos regala ha de pasar a ser el centro de nuestra existencia. Por ello hemos de cuidar la preparación, el deseo, el conocimiento y la gratitud, es decir las disposiciones personales que la gracia requiere para dar fruto en nosotros.

Celebramos para transparentar la gloria de Dios: Es decir, permitir que se vea a través de nuestras obras y palabras la gloria de Dios que ha llegado a nosotros en la celebración litúrgica.

Celebramos para irradiar la gloria de Dios: la irradiación de la gloria de Dios se identifica con la misión apostólica. No se trata solo de dar buenos frutos, éxitos externos, sino a la propia vida convertida en fruto por nuestra vinculación como sarmientos vivos unidos a la Vid, que es Cristo (Cf.: Jn 15, 1-17).

El artículo de hoy lo vivió en su vida y ministerio San Ignacio de Loyola, por ello es divisa de los jesuitas: Ad maiorem Dei gloriam. (AMDG). Hagamos nuestra esta divisa y vivamos con el fin claro en Dios.

En el próximo articulo contestaremos a la pregunta: ¿dónde celebrar?

Feliz mes de los bienaventurados.

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