Por Ángel Moreno
(de Buenafuente)
La peregrinación a Tierra Santa sigue dejándonos el sabor de la Providencia.
Una peregrina nos hizo llegar muy preocupada la pérdida de su móvil, había estado en la oración en el Primado, y se lo dejó, pero al volver a buscarlo, ya no estaba. Lo que en verdad había sucedido es que se lo había dejado olvidado en el autobús.
Al salir de Ein Gev, en Galilea, revolvimos Roma con Santiago, porque una peregrina nos decía que le habían sustraído el bolso con el dinero y la documentación, por lo que deberíamos acudir en Jerusalén al Consulado español a solicitar un pase para el retorno. Durante todo el día llamábamos y escribíamos al Kibutz en que nos habíamos hospedado, para que buscaran por todas partes el bolso, pero la respuesta era siempre la misma: “No encontramos nada”. Al llegar a Jerusalén y vaciar el maletero, allí estaba el bolso, y se nos quitó el peso de encima, y elevamos la acción de gracias.
De nuevo, otros peregrinos solicitaban mi ayuda, porque habían olvidado la bolsa con todo lo comprado en la cooperativa, que por favor avisáramos. Se lo comuniqué al chofer, pero cuando este llegó al autobús, la boda estaba olvidada en los asientos. Algo semejante le sucedió a una peregrina, al observar que se le habían extraviado las pulseras de oro, se pudo a buscarlas por todas partes, y cuando volvió a la habitación las tenía encima de la cama.
Hoy hemos madrugado, para poder entrar en las explanadas de las mezquitas, pero a pesar de ser día de visita, por razón de las fiestas especiales del nacimiento de Mahoma, estaban cerradas. Esta circunstancia nos ha hecho estar desde temprano, recorriendo todo el torrente Cedrón, y hemos camino a pie por el mismo sendero por el que Jesús se trasladó en la noche del Jueves Santo con sus discípulos, y después fue conducido, prisionero, hasta la casa del Sumo Sacerdote. Si hubieran estado abiertas las explanadas no llevaríamos en nuestros pies la memoria de caminos tan sagrados.
Parecía que todo se iba resolviendo, cuando una peregrina nos informa que estaba sintiendo agobio y opresión en el pecho, con taquicardia. De nuevo, nos pusimos en guardia pidiendo al Señor su misericordia. Le aconsejamos que se retirara a descansar a la casa de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María, donde estamos hospedados. En la tarde, intensifiqué mi oración y al poder conectar nuestros teléfonos, nos llegaba la noticia de la mejoría, que nos hacía llegar su esposo.
Debo reconocer la gran colaboración del grupo numeroso de peregrinos. En ningún momento ha manifestado contrariedad por los distintos incidentes, sino que por el contrario seguimos experimentando el acompañamiento del Señor y la colaboración de todos.
Jerusalén está imposible, lleno a rebosar, a mediodía hemos tardado una hora para poder ir a comer, cuando la distancia era de un Kilómetro. Y la volver a casa, dos kilómetros nos han durado cerca de una hora. No hemos visto acciones violentas, aunque sí una manifestación con tambores en el día que se celebra el nacimiento del profeta Mahoma.
Gracias por vuestra oración, nosotros lo hacemos por todos vosotros.