Por la Comunidad de la Madre de Dios
(Monasterio de Buenafuente del Sistal)
Muy queridos en el Señor:
Iniciamos el mes de febrero en el corazón del Tiempo Ordinario, en este invierno de 2019. Estamos en el momento cotidiano, la hora de vivir “arraigados en Cristo” (Cf. Col 2, 7), como les dijo el Papa Benedicto XVI a los jóvenes en Madrid. Siempre nuestra alma necesita vivir arraigada en Cristo. Hay tiempos como el de Navidad o de Pascua…que nos ofrecen alicientes especiales que nos ayudan: la familia o las costumbres populares. Pero ahora estamos en un día normal y en nuestro orden del día, está: el trabajo de casa que nadie hace, estudiar, sacar adelante los proyectos menos llamativos, estar solos… En definitiva, es el tiempo de recorrer con Jesús los caminos de la vida que vivió “pasando por uno de tantos” (Flp 2, 7b): Esperó en la cola el bautismo de Juan, en la sinagoga de Nazaret lo quisieron despeñar, se rindió a los deseos de su Madre y adelantó el inicio de sus grandes manifestaciones en la boda de Caná. Tiempo de dejarnos guiar por el Espíritu, como Él lo hizo: “Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu” (Lc 4, 14a).
Nosotras, desde el comienzo de este año litúrgico, hemos retomado la práctica de compartir en Comunidad la oración particular de cada una con la Palabra. El hecho de alargar un poquito la Lectio Divina, no parece tan relevante y lo es. Acostumbrarnos a comunicar nuestra vivencia con Cristo en el día a día, nos arraiga en Él, a la Comunidad entera, no sólo a cada una. Esta es una buena práctica para todos. Nos recuerda la propuesta de un movimiento eclesial actual que, invita a sustentar el seguimiento de Cristo en el siguiente trípode: Palabra, Eucaristía y Convivencia, es decir, compartir la fe. Es muy probable que todos los cristianos digamos que nos alimentamos del Pan de la Palabra y del Pan Eucarístico, pero compartir la fe, es un paso que no siempre damos. Nos cuesta salir de nosotros mismos, nos da miedo hablar de nuestras limitaciones y debilidades. Y sólo desde nuestras pobrezas, fallos y dificultades es posible la comunión con los hermanos, a la Luz de la Palabra de Dios y de los Sacramentos.
Nos despedirnos, con el entusiasmo de la reciente celebración del día de la Vida Consagrada, copiamos la oración del día, con el deseo de que el Señor la lleve a término en todos nosotros: “Dios todopoderoso y eterno, te rogamos humildemente que, así como tu Hijo unigénito, revestido de nuestra humanidad, ha sido presentado hoy en el templo, nos concedas, de igual modo, a nosotros la gracia de ser presentados delante de ti con el alma limpia.