Por la Delegación de Apostolado Seglar
Estamos en tiempo de cuaresma y estas palabras de Padre Ignacio Larrañaga nos pueden ayudar a parar, hacer un acto en el camino y darnos cuenta de la cantidad de veces que sufrimos por cosas sin importancia, y mientras lo hacemos no somos felices y lo que es peor hacemos sufrir a los que tenemos al lado.
Despertar es el primer acto de salvación.
La persona por lo general, es un sonámbulo que camina, se mueve, actúa, pero está dormido. Se inclina en una dirección y con frecuencia no sabe por qué irrumpe aquí, grita allá, ahora corre, más tarde se detiene; acoge a éste, rechaza a aquél, llora, ríe, canta; ahora triste, después contento: son generalmente actos reflejos y no plenamente conscientes. A veces da la impresión de ser un títere movido por hilos misteriosos e invisibles.
¡Cuántas veces el hombre no entiende nada y sufre!
Sufre porque está dormido y dormir significa estar fuera de la objetividad, dormir es sacar las cosas de su dimensión exacta, es exagerar los perfiles negativos de los acontecimientos, personas y cosas.
Es preciso despertar y despertar es salvarse; es economizar altas cuotas de sufrimiento. Es el arte de ver la naturaleza de las cosas, en uno mismo y en los demás, con objetividad, y no a través del prisma de mis deseos y temores. Es darse cuenta si un hecho tiene remedio o no; si lo tiene para encontrarle solución: si no la tiene, para olvidarlo.
Despertar y darse cuenta que los hechos consumados, consumados están, saber que todo pasará, que aquí no queda nada que todo es transitorio, precario, efímero. Que las penas suceden a las alegrías, y las alegrías a las penas; saber que aquí abajo nada hay absoluto; que todo es relativo, y lo relativo no tiene importancia o tiene una importancia relativa.
¡Despierta! muchas tinieblas de tu mente desaparecerán y grandes dosis de sufrimiento se esfumarán.
Extractado del libro del Sufrimiento a la Paz de p. Ignacio Larrañaga.
Pilar y Ángel