Por Ángel Moreno
(de Buenafuente)
Volved a Galilea
“El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Id enseguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis." En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!» Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron. Entonces les dice Jesús: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (Mt 28, 5-10).
En los relatos de Pascua, el evangelista san Mateo se hace eco dos veces de una de las consignas más acertadas para experimentar la presencia de Jesucristo resucitado, que es “Volver a Galilea”.
No tengo que demostrar la experiencia sensible que cabe percibir a las orillas del Lago de Galilea, donde todo se hace sacramento: la luz, la brisa, el color del mar, el círculo de montañas, los restos arqueológicos que se conservan en su entorno… Sin embargo, no puede quedar la experiencia fundante de la fe cristiana hipotecada a la posibilidad de visitar Tierra Santa. Otra meta deben indicar las palabras del Evangelio.
Galilea es la tierra donde Dios se hizo hombre, es la geografía más relacionada con el Evangelio. El Lago de Tiberiades es el icono de la travesía de la vida. Junto a la ribera de las aguas de Genesaret, los discípulos escucharon la llamada del Nazareno a ir detrás de Él, y allí fueron testigos de los signos y de las palabras de Jesús.
El mar, superficie inestable, representa la fragilidad, los riesgos, las aventuras de la vida. A la vez, la invitación de ir a la otra orilla supone la inexcusable travesía de la existencia que debemos hacer todos los seres humanos.
Desde la memoria de lo que acontece en Galilea según los relatos evangélicos, es posible descubrir el acompañamiento que necesita el cristiano en el camino espiritual. En Cafaranúm, Jesús nos enseña que la jornada debe tener dimensiones sociales religiosas, familiares y laborales, pero también tiempo de soledad, de oración y de intimidad.
En Galilea se fijan los discursos más emblemáticos de Jesús: “Las Bienaventuranzas” y el discurso del “Pan de Vida”, enseñanzas que fraguan la identidad del discípulo.
Nazaret, Caná, Betsaida, Cafarnaúm, Magdala son ciudades emblemáticas que nos invitan a encontrarnos con Jesús niño, hijo de la Nazarena, y también con Jesús trabajador, adulto, amigo, maestro, Hijo de Dios. En esas ciudades aún queda la resonancia de la misericordia divina, del perdón derramado y de la mesa santa, dispuesta por el Resucitado.
Esta Pascua, te invito a ir a Galilea, a encontrarte de tú a tú con Jesús. Él ha dispuesto las brasas y el pescado, y te invita a que tú lleves algo para comer juntos. ¿Has pesando con qué puedes contribuir a la fiesta? ¡Feliz Pascua Florida!