Por Juan Pablo Mañueco
(escritor y periodista)
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido
Anónimo. Siglo XVI
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Jesús, no para amarte es que me mueve
la promesa futura de tu cielo,
ni tampoco el infierno, sin consuelo.
Es amor hacia ti quien que me eleve.
A Ti me mueves Tú mismo, del suelo
verte en cruz, clavo en leño tu relieve.
Vejado y ultrajado, me remueve
a ascender hasta Ti, a darte consuelo.
Muévenme las afrentas que han herido
tu cuerpo sangrante, que señalara
el amor que tu ofrenda demostrara
a cada golpe de martillo unido.
Tu amor obra en tal modo que te amara
sin cielo, y sin infierno, igual temido,
que el tuyo amor y reino es que ha venido
a enseñarnos Amor. Y eso sobrara.
Y más, que tu natura, cuando humana,
ante el clavo que a carne ha desgarrado
-hálito alado lanza la ha sacado
tras última tu sangre-... Lo que mana
es tu divinidad ya, y sale hermana.
Juan Pablo Mañueco
Del libro "Los poemas místicos y otras estrofas novicias"