José Ramón Díaz-Torremocha
(Conferencias de San Vicente de Paúl de Guadalajara -España-)
Llevo meses, en realidad más de tres años, disfrutando del honor de escribir dentro de una rica página web Diocesana, la de Sigüenza-Guadalajara, en la que no he encontrado para poder hacerlo, la menor directiva, ni la menor dificultad. Tampoco desde luego, la menor censura previa. Honor, además, por compartir espacio con auténticos maestros en tantas cosas y con muchos representantes del rico Presbiterio de nuestra Diócesis.
Se oye con mucha frecuencia, hablar de la censura de los Obispos y otros responsables de las Diócesis en general, aduciendo a que se meten en todas partes y en todas las cosas. Pues bien, no creo que todos los artículos que he publicado, les hayan gustado y a lo mejor ni tan siquiera que los hayan leído. Y me refiero tanto a mi Obispo como a la primera autoridad diocesana después de él, que es como en todas las Diócesis, el Vicario General salvo la existencia de Obispo Auxiliar. Nunca me han dicho nada, aunque sólo fuera, que eso sí que tendría todo el sentido en mi caso: ¡por favor hágalo mejor!
Cuando me sugirieron, que no ordenaron, esta modesta colaboración, me dio la impresión de que a aquél que me lo proponía, le preocupaba más que la página tocara temas interesantes y huir del aburrimiento, que otra cosa. Así empezó todo hace ya tres años aproximadamente y he tratado, aunque el lector juzgará si lo he conseguido, que la página comentara algún tema aunque fuera tangencialmente, de las Conferencias de San Vicente de Paúl a las que amo profundamente y en las que un día encontré mi sitio y servicio en y para la Santa Iglesia de los Pobres. Pobres en sentido genérico, no restrictivo y por lo tanto no limitado a la pobreza material.
Pertenencia, en “Las Conferencias” en las que continuaré mientras el Buen Dios me permita poder seguir moviéndome y servir todavía un poco para algo, hasta que ya no pueda hacerlo y ascienda a ser sólo un miembro orante por carecer de fuerzas físicas. ¡He tenido tantos amigos a los que he acompañado en esta última etapa! Amigos que le han hecho tanto bien a la Sociedad de San Vicente “contactando” con el Buen Dios, desde su silla de ruedas o desde la cama en la que les postró la enfermedad, después de toda una vida de servicio. De servicio, primero a los propios consocios y también a los que sufrían de cualquier forma.
En fin, las Conferencias, dentro del dolor que produce enfrentarse a él, tocarlo, palparlo, llevártelo contigo y a veces hasta estar al borde de caer en una pequeña desesperación cuando no puedes arreglarlo todo, cuando te olvidas de que tus pobres fuerzas son insuficientes salvo que seas instrumento inútil y te dejes llevar, las Conferencias, están llenas de personas felices. A veces, ¡qué difícil es lograr dejar de lado tu humanidad sabiendo y aceptando que la fuerza sólo te viene de Él! Que sin Él nada puedes hacer. ¡Que Él es el principio de todo bien!
Pero basta pues, lo que realmente quería era dar las gracias y fíjense adonde he llegado. Por poco les cuento mi vida completa y para eso no me “contrató” la Diócesis con un buen sueldo asegurado. ¡O al menos eso espero!
No. Sólo quería escribirles sobre la libertad que he encontrado en esta web diocesana. Libertad, hermosa palabra de la que hablamos en general mucho y mal y solemos utilizar peor.
Cuando alguien me habla del respeto a la libertad por parte de Dios y de sus representantes entre nosotros, casi siempre para criticar, no tengo ni tan siquiera que presumir con altas exégesis a las que ni tan siquiera llegaría. No. Sólo les hablo de mi experiencia. Normalmente se toman un rato para pensarse la respuesta y hasta con frecuencia, responden hablando de “cuñas de la misma madera”, que no sé muy bien qué es lo que quieren decir. Aunque lo intuyo.
Sin embargo, a veces, pocas, por la ignorancia que suele ser osada, he conocido experiencias cercanas en la que alguna publicación ha sido, si no vetada, sí impuesta a supervisión por personas con buena voluntad, pero escaso bagaje y menor conocimiento en temas eclesiales y culturales. Las excepciones que confirman la regla.
¿Qué decir amigos míos? La libertad ese regalo de Dios hasta para alejarnos de Él, también para hacer el bien, fundamentalmente para hacer el bien, la he encontrado en mi Diócesis y en mi amplia Jerarquía Diocesana de servicio. Nadie ni me ha coartado ni lo ha pretendido. Suelo leer lo que mis compañeros de Página y siempre maestros en esto del escribir y pueden suponer, cuánto disfruto y cuánto aprendo.
Lean amigos tanta sabiduría como me rodea y hasta a veces me asfixia de vergüenza por comparación. Lean, por favor, no dejen de hacerlo. Todos los que nos traen sus pensamientos, sus reflexiones, dejan lo mejor de sí mismos, de su experiencia de vida, de su servicio apostólico, que nos enriquece siempre.
Que enriquece nuestra libertad.
Pues eso: ¡léanlos por favor! Les hará el bien.
Con María, siempre con María.