Miguel Torres
(Consiliario de Apostolado Seglar)
En el año 2014 se han cumplido veinte desde la aprobación por La LXII Asamblea Plenaria de la CEE del documento "La Pastoral Obrera de toda la Iglesia". Los obispos nos ofrecen unas claves para interpretar la realidad del trabajo en la actualidad.
1.- El trabajo humano es medio imprescindible de realización personal de la propia vocación, y reconocimiento de la sagrada dignidad de la persona, varón y mujer.
2.-Mediante el trabajo humano construimos también la vida social y política, contribuyendo en nuestro mundo y sus circunstancias históricas concretas, a la realización del Plan de Dios para la humanidad, anticipando en la solidaridad humana y en la justa distribución de los bienes destinados universalmente a todos.
3.-Si falta el trabajo la dignidad humana está herida, nos ha recordado recientemente en diversas ocasiones el papa Francisco.
4.-En algunos lugares hoy el carácter sagrado de la dignidad humana no se tiene en cuenta y queda especialmente dañado por las condiciones de trabajo que imperan, con frecuencia, en nuestro mundo. La realidad del mundo del trabajo es hoy distinta a la de hace veinte años: se ha precarizado aún más, se ha desvinculado el trabajo de la dignidad del ser humano, se ha despersonalizado. Pese a tener trabajo, cada vez más, las condiciones del mismo –especialmente las salariales- impiden que trabajar sea un medio para salir de la pobreza y la exclusión social. El trabajo se ha individualizado de tal modo que ha dejado de ser un elemento de construcción social de lo común; para muchas personas pasa a ser un instrumento de individualización egoísta que nos enfrenta a los hermanos, que fragmenta los vínculos sociales, que no crea comunión entre las personas y pueblos, que impide en muchas ocasiones una vida personal, familiar, y social. De hecho las sucesivas "reformas laborales" buscando la posibilidad de aumentar los puestos de trabajo han favorecido esta tendencia.
5.-El trabajo sigue siendo la clave –quizá la clave esencial, decía San Juan Pablo II, en Laborem Exercens- de la cuestión social, y esto porque en la nueva configuración del trabajo humano se asienta el nacimiento de un nuevo sujeto cuya existencia se orienta a producir y consumir, reduciendo su humanidad, hiriendo su dignidad humana, y configurando así una sociedad deshumanizada. Negar la dignidad humana del trabajador, cosificando el trabajo humano, es negar a Dios mismo, y entorpecer su proyecto de salvación para todos.
6.-La Enseñanza Social de la Iglesia, desde antes incluso de la publicación de Rerum Novarum, ha tenido claro y ha puesto de manifiesto que el trabajo no es solo medio de expresión de la dignidad humana, sino que en su configuración se juega de manera especial la configuración de la sociedad y del mundo, conforme al plan de Dios. Los papas en la Doctrina Social han ido prestando cada vez mayor atención a la deshumanización que se produce en el trabajo humano, y a cómo en lugar de ser principio de vida, pasa a ser demasiadas veces ocasión de dolor, empobrecimiento y muerte.
7.- Los Obispos quieren hacer llegar a todos los trabajadores y sus familia su solidaria y fraterna cercanía; de modo especial a quienes son víctimas de accidentes laborales y enfermedades profesionales, a quienes han perdido el trabajo sin esperanza de recuperarlo, a quienes lo tienen que realizar en condiciones precarias o injustas, a quienes se ven atrapados en la espiral de la economía sumergida, informal y sin derechos; a los jóvenes a los que se les niega el trabajo y que les lleva a afrontar con desesperanza un futuro laboral cargado de incertidumbre; a las mujeres que se ven tantas veces discriminadas en el trabajo por su propia condición, a los migrantes forzados a abandonar sus familias y hogares en busca de un trabajo que les permita vivir con dignidad.
8.- Los obispos nos animan a seguir transparentando con nuestra vida el Amor misericordioso de Dios a todos los que sufren, y a seguir ofreciendo la salvación de Jesucristo a todos nuestros hermanos del trabajo.
El trabajo humaniza.