Juan José Plaza
(Delegación de Misiones)
El 3 de Febrero señala el calendario litúrgico de la Iglesia la celebración de la fiesta de S. Blas, obispo y mártir. Muchos pueblos de nuestra diócesis celebran su fiesta, entre ellos el mío, Albalate de Zorita.
Era natural de Sebaste, Armenia, en Asia Menor. Es uno de los Santos más famosos y venerados en la Iglesia tanto de Oriente como de Occidente. Y esto por dos motivos: 1/ Por su fidelidad a Cristo, que le llevó al martirio en tiempos del emperador Licinio, siendo gobernador de aquella provincia, Agrícola. 2/ Y por el milagro que realizó, cuando era conducido a la prisión, curando a un niño, que tenía atravesada la garganta por una espina. Este hecho lo ha convertido en el abogado de dichas enfermedades.
Los santos son como el espejo en que se refleja la presencia de Dios (su amor) y ejemplos vivos de vida para los cristianos de todos los tiempos.
En efecto, aunque S. Blas es un santo mártir del Siglo IV no por eso es un santo pasado de moda, anticuado. Sigue siendo muy actual y su vida puede ser, y de hecho es, muy luminosa para los cristianos del siglo XXI.
Hoy se encuentra la Iglesia y los cristianos, en general, en una situación parecida a la que se tuvo que enfrentar S. Blas. Es un hecho evidente que la religión más perseguida actualmente en el mundo es la cristiana. Perseguida por medios sangrientos, pues los atentados y muerte de cristianos, en distintos países, son diarios. Y perseguida por medios incruentos incluso en países democráticos, que dicen defender los derechos humanos.
Ahí están los hechos: no permitir signos cristianos, poco a poco ir asfixiando la enseñanza religiosa en la escuela pública, magnificar cualquier hecho negativo que afecta a la Iglesia, todo lo que está ocurriendo en Andalucía respecto a la catedral de Córdoba, etc. No, el mayor peligro de persecución contra los cristianos, al menos en Europa, no nos viene del islamismo, sino de la misma sociedad europea paganizada, infectada de laicismo beligerante y de odio hacia la religión.
En estos días, tras el atentado de Paris, nos vienen bombardeando desde ciertos medios de comunicación y centrales ideológicas contra el peligro de la islamofobia. Me parecería muy bien, si no fueran ellos mismos los que están constantemente incitando a la cristianofobia (es decir, al odio contra el cristianismo).
Hace un tiempo leí un libro que se titulaba: “El coraje de ser católico”. No cabe duda de que hoy, en pleno siglo XXI, en este mundo que vivimos, hay que tener coraje para perseverar en la fe y asumir el “martirio” a que estamos sometidos los cristianos (cruento o incruento).
Este coraje no es puro voluntarismo. Este coraje no es posible sin el don de Fortaleza, que nos otorga el Espíritu Santo por medio de la oración y que verifica aquellas palabras proféticas del gran teólogo alemán Karl Rhaner: “El cristiano del siglo XXI será un místico (es decir un hombre de profunda oración) o no será nada”.
Los cristianos del S. XXI nos acogemos a la intercesión de S. Blas:
1/ Para que nos conceda su “coraje”, en la presente situación, y permanezcamos fieles a Cristo.
2/ Y también para que nos cure los males de garganta, físicos y especialmente espirituales, que nos permita alzar la voz y salir de nuestros silencios y cobardías, dando testimonio valiente de nuestra fe en familia, ante los hijos, en el trabajo, entre los vecinos, entre los amigos, en los nuevos areópagos de la sociedad, etc., como hicieron S. Blas y los apóstoles, cuando querían taparles la boca, prohibiéndoles predicar el evangelio. Que, como ellos, seamos capaces de decir: “Hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5, 29).
¡Mártir San Blas, en estos tiempos en que a los cristianos se nos persigue como hicieron contigo, y, a la vez, se nos convoca a una nueva evangelización, cura nuestras cobardías para que seamos capaces de dar testimonio, con nuestras palabras y obras, de Cristo en el mundo presente!