Para que como el Papa recemos ante nuestros Cristos -Francisco lo hizo el domingo 15 de ante el Cristo de la Peste y la Virgen de la Salud de Roma- y su Madre María
Por Jesús de las Heras Muela
(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)
Si siempre es necesaria la oración (el tratar de amistad con Quien sabemos nos ama, nos mira, nos guía y protege), en medio de la gran tribulación global de la pandemia del coronavirus, he aquí diez invitaciones a la oración. Nos llenarán de fuerza, de esperanza, de responsabilidad, de solidaridad, de fraternidad, de confianza, de serenidad y de consuelo.
Oración compuesta por el Papa Francisco
¡Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza!
Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación de todos los pueblos, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.
Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y libéranos de todo pecado, ¡oh, Virgen gloriosa y bendita!
Oración del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa
Dios Padre, Creador del mundo, todopoderoso y misericordioso,
que por nuestro amor enviaste a tu Hijo al mundo
como médico de almas y cuerpos.
Mira a tus hijos que, en este difícil momento
de desconcierto y consternación en muchas regiones de Europa
y del mundo, recurren a Ti en busca de fortaleza, salvación y alivio.
Libéranos de la enfermedad y el miedo,
sana a nuestros enfermos, consuela a sus familias,
da sabiduría a nuestros gobernantes,
energía y recompensa a los médicos, enfermeras y voluntarios,
y vida eterna a los fallecidos.
No nos abandones en el momento de la prueba
y libéranos de todo mal.
Te lo pedimos a Ti, que con el Hijo y el Espíritu Santo,
vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Santa María, Madre de la Salud y de la Esperanza, ruega por nosotros!
“Señor, en Ti confiamos” (Misioneros Claretianos)
Padre nuestro,
con confianza te pedimos
que el coronavirus no haga más daño
y que pueda controlarse pronto esta epidemia;
que devuelvas la salud a los afectados
y llegue la paz a todos los hogares.
Protégenos con tu amor infinito,
ya que confiamos en ti.
Acoge a las personas
que han fallecido por esta enfermedad
y conforta a sus familias.
Sostén y protege
al personal sanitario que la combate,
e inspira y bendice
a los que trabajan por controlarla.
Señor Jesús,
médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos,
nos sentimos desvalidos
pero confiamos en Ti;
danos tu paz y la salud que necesitamos
en estos difíciles momentos.
Santa María, salud de los enfermos,
cuídanos y condúcenos con tu amor
para que podamos volver pronto
a nuestras ocupaciones.
Ayúdanos, Madre, a confiar y a decir contigo “sí”,
seguros de que Dios sabe sacar de todo mal
un bien más grande. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
Oración en EL ECO de Sigüenza-Guadalajara
Para pedir, todos los días, que Dios nos libre de la epidemia y sus males, Pedro Moreno Magro, director de El ECO, la publicación semanal de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara, escribe esta oración:
Padre bueno y providente,
Creador de la tierra que pisamos y el sol que nos alumbra,
guarda y protege la obra de tus manos.
Guarda y protege a tus hijos, a toda la familia humana.
Guarda y protege a cada uno de nuestros hogares y amigos.
Padre bueno y providente,
ayuda y bendice a los enfermos de coronavirus en su sanación
y sostén a los trabajadores de la salud en su heroica tarea.
Danos a todos la sabiduría del corazón para saber abrirnos
al sufrimiento físico y moral de tantos hermanos enfermos.
Padre bueno y providente,
extiende tu mano y tu mirada de ternura y misericordia
sobre el pueblo que sufre y gime en esta hora de turbación;
extiende sobre el mundo entero tu mano y tu mirada de compasión
y que vuelva la luz y la calma al corazón de cada hombre.
Padre bueno y providente,
que llegue ya la salud para nuestros cuerpos y nuestras almas.
Inunda otra vez de risas y esperanza nuestras calles
y que vuelva a amanecer en todos los rincones del mundo
un tiempo de bonanza y tranquilidad.
Padre bueno y providente,
ilumina y alienta a quienes trabajan e investigan cada día
para buscar soluciones científicas y certeras;
y que corra entre todos los hombres un río de entendimiento,
de solidaridad y ayuda fraterna en esta hora. Amén.
Se concluye la oración con el rezo de Padre Nuestro. Ave María. Gloria al Padre…
Comunión espiritual
Cuando, como esta situación, no se puede recibir diariamente la sagrada eucaristía, una vez al día, en el momento en que habitualmente vas a misa, haz pausada y devotamente la comunión espiritual mediante esta oración:
Creo, Jesús mío,
que estás real
y verdaderamente en el cielo
y en el Santísimo Sacramento del Altar.
Os amo sobre todas las cosas
y deseo vivamente recibirte
dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo
ahora sacramentalmente,
venid al menos
espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya os hubiese recibido,
os abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén
Y una vez hayas acabado, haces virtualmente una estación de adoración eucarística del siguiente modo: rezas tres veces (si no siete, mejor), la jaculatoria “Alabado sea el Santísimo del Altar/ Sea por siempre bendito y alabado! Y en cada una de las veces que hagas la jaculatoria, rezas un Padre Nuestro, una Ave María y el Gloria al Padre.
El Ángelus a los 12 del mediodía
A las doce horas del mediodía, aproximadamente, los cristianos rezan desde siglos, la oración del Ángelus, en la que se recuerda la anunciación y Encarnación del Hijo de Dios. El Ángelus se reza del siguiente modo:
El ángel del Señor anunció a María/Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo. Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
He aquí la esclava del Señor/ Hágase en mí según tu palabra. Dios te salve, María,… Santa María, Madre de Dios...
Y el Verbo de Dios se hizo carne/ Y habitó entre nosotros. Dios te salve, María,… Santa María, Madre de Dios...
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios./ Para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Oración final: Infunde, Señor tu gracia en nuestros corazones para que cuantos, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su pasión y su cruz lleguemos a la gloria de su resurrección.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
Decálogo escrito por el arzobispo de Toledo
- Hacer caso a todo lo que indican las autoridades sanitarias que saben más que nosotros.
- Pedir que el Señor les conceda la fortaleza en el riesgo para cumplir su misión.
- Cuidar a las personas mayores y vulnerables siempre, pero más en estos momentos.
- Tener la sabiduría de no cometer imprudencias que se pueden pagar caras.
- Quedarse en casa y no salir más que lo justo y necesario para que no se extienda el contagio.
- En el hogar, se pueden hacer muchas cosas estos días, como leer, videoconferencias, llamadas, meditar la Palabra de Dios...
- Se puede seguir la eucaristía por la televisión y la radio y hacer una comunión espiritual.
- Rezar por los enfermos y sus familiares en esta tribulación.
- Dice el Hermano Rafael que toda la ciencia consiste en saber esperar con paciencia.
- Rezar al buen Dios para que entre todos, no sobra nadie, venzamos la enfermedad que nos destruye y amenaza a todos. Amén.
Desde el pasado 29 de febrero, Francisco Cerro Chaves es el arzobispo metropolitano de Toledo y primado de España.
La Salve, Bajo tu amparo y Acordaos
Al obispo de la entonces diócesis de Iria Flavia (hoy archidiócesis de Santiago de Compostela) san Pedro de Mezonzo (903-1003), se la atribuye la composición de una de las hermosas y populares marianas: “Salve, Regina”, en latín, la Salve en español. Con todo, también se atribuye esta plegaria mariana al obispo de Le Puy-en-Velay, Ademar de Monteil, al monje alemán Hermann von Reichenau, e incluso al obispo legendario de Segovia San Jeroteo. Los cistercienses, los dominicos y los franciscanos promovieron su uso en diversas circunstancias (en especial en la liturgia de las horas). En 1250, el Papa Gregorio IX la aprobó y prescribió que se cantara al final del rezo de las Completas. Sea cual fuera su autoría, esta es la oración.
“Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti Llamamos los desterrados hijos de Eva. A ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce, siempre Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. Para que nos hagamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo. Amén”.
“Bajo tu amparo” es considerada la primera invocación mariana que se conoce y que se remonta al siglo III. Reza así: “Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! Amén”.
Y por último, otra clásica y preciosa oración mariana y también muy oportuna para este tiempo de turbación, es el “Acordaos” de san Bernardo de Claraval (1090-1153). Este es el texto de esta popular y hermosa plegaria:” Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén”.
Texto publicado en NUEVA ALCARRIA el viernes 20 de marzo de 2020