Juan Fogué
(Delegación de Piedad Popular, Cofradías y Hermandades)
La epidemia del coronavirus está haciendo tambalearse la economía mundial. Los distintos gobiernos pelean frente al virus, unos con más acierto y otros con menos. Por desgracia, cientos de miles de personas están falleciendo por todo el orbe y por primera vez en la historia más de mil millones de seres humanos son confinados en sus hogares para tratar de frenar la pandemia. Son tiempos recios, no cabe duda.
Y mientras tanto, en este tiempo Pascual tan excepcional, las familias se erigen, de nuevo, en pilar fundamental de nuestra sociedad. Las familias han cuidado de los niños durante estos largos días de encierro, les han entretenido, les han contado cuentos, les han ayudado con las tareas del colegio, los han alimentado, han orado con ellos y les han quitado los miedos cuando el insidioso coronavirus se colaba en sus sueños.
Las familias están sosteniendo emocional, psicológica e incluso físicamente a todos sus miembros. Las llamadas y videollamadas entre padres e hijos, hermanos, etc. se han vuelto más emocionantes y necesarias que nunca y suponen un bálsamo para los momentos en los que el ánimo decae.
Las familias se han organizado rápidamente para ayudar y proteger a los más mayores, los más vulnerables, llevándoles comida y cualquier cosa que necesitasen, evitando que salieran a la calle y se expusiesen al contagio.
Y las familias se convertirán de nuevo en soporte y refugio de los millones y millones de seres humanos que están perdiendo sus empleos y su esperanza.
Las familias, al fin y al cabo, están dando ejemplo de entereza, de saber estar, de educación y de amor. Y sin ellas, nuestro mundo, sencillamente, no sería posible.
Estamos en mayo, mes de la Virgen y de manera muy especial de su advocación de Fátima. Sor Lucía, una de las videntes, escribió que la batalla final entre el Señor y Satanás será sobre la familia y sobre el matrimonio. Y todos somos conscientes de que, efectivamente, existe ahora mismo una corriente que dirige sus esfuerzos en socavar y destruir la familia y el matrimonio. Pero ¡qué paradójico! ¿se imaginan una epidemia como la actual sin el apoyo familiar?... ¿quién arropó a los millones de desempleados de la anterior crisis? ¿y quién los volverá a arropar y proteger en la crisis que se acaba de desatar? evidentemente la FAMILIA.
Cuando la economía va bien, unos cuantos, en su mayoría personas acomodadas e influyentes, prefieren el nihilismo, el orgullo y el relativismo de vidas dedicadas al más desatado egoísmo y lo intentan imponer al resto de la sociedad a través de los medios más diversos. Pero cuando vienen mal dadas, como ahora, todos buscan refugio en los más cercanos, en su núcleo familiar… y lo encuentran.
Seamos sensatos y meditemos durante este tiempo de júbilo por la resurrección del Señor, sobre la importancia real que la familia tiene en nuestras vidas. Protejámosla y dediquémosle el tiempo y la atención necesarias para que sea el germen de una nueva sociedad y de una nueva vida basada en el verdadero y desinteresado AMOR que Cristo nos enseñó.