Ana I. Gil Valdeolivas
(Delegación de Apostalado Seglar)
Este pasado febrero, hace unos meses un grupo de nuestra diócesis junto con nuestro obispo al frente vivíamos el congreso nacional de laicos “Pueblo de Dios en salida” en este congreso se nos animaba a vivir nuestra vocación bautismal y misión.
Se nos lanzaba un reto, lograr todo lo vivido en el congreso después dependía de cada uno de nosotros, de creernos de verdad que hemos sido llamados y enviados. Nadie esperábamos vivirlo en estas circunstancias actuales, mucho ha cambiado en dos meses nuestra sociedad.
Este PENTECOSTÉS se sitúa en continuidad con el Congreso de Laicos, en el cual hemos sentido la llamada a vivir como Iglesia un renovado Pentecostés. ¿qué entiendo por renovado? Renovar es hacer como de nuevo algo o volverlo a su primer estado, para mí sería hacer nuevas todas las cosas, hacer nueva cada Eucaristía, cada Pentecostés, cada saludo con mi vecino, cada día en mi trabajo, cada día la amistad con Dios y con mis hermanos, familia, comunidad, renovar es poner a Dios en el centro y desde ahí surge la novedad en nuestro día a día y desde ahí surge una actitud de esperanza en Cristo resucitado en estos momentos donde tantas personas, familias están siendo golpeadas por un virus invisible pero que ha sido capaz de parar a toda la humanidad. Renovar es volver al amor primero al que nos cautivó, el que nos dejó embelesados, con mariposas en el estómago…
El Congreso nacional de laicos ha sido un encuentro de comunión, un ejercicio de discernimiento, escucha, dialogo y puesta en práctica, a través de una gran variedad de experiencias y testimonios, riqueza y pluralidad de nuestra iglesia, imagen de Iglesia en salida.
Un deseo surgía de este congreso trabajar como Pueblo de Dios, valorando la vocación laical y lo que cada uno aportamos a nuestra Iglesia en nuestro hoy. Se trata de redescubrir la importancia del sacramento del bautismo, como fuente de donde brotan los diversos carismas para la comunión y la misión. Cada carisma es un Don del Espíritu y está para construir Iglesia, seamos fieles al carisma recibido y seremos fieles a nuestra misión en la Iglesia.
En el congreso hicimos un recorrido por cuatro itinerarios: primer anuncio, acompañamiento, procesos formativos y presencia en la vida pública. Estos itinerarios se nos marcaban como hitos que habremos de desarrollar en los próximos años en la pastoral con el laicado. En nuestro hoy el primer anuncio es indispensable, las personas necesitan sentirse queridas, saber que hay todo un Dios que les quiere con locura, necesitan sentirse acompañados por las personas que han sentido ese AMOR y Dios les cambio su vida, necesitan de sacerdotes, religiosos, consagrados y laicos que viven día a día un renovado Pentecostés. Este sueño de un renovado Pentecostés se irá haciendo realidad en la medida en que incorporemos en todas nuestras acciones un estilo de trabajo pastoral que venga marcado por dos ejes transversales: la sinodalidad y el discernimiento, como veis dos palabras que llevamos también trabajando en nuestro Sínodo diocesano.
Todos nos necesitamos para ser Iglesia en salida que anuncia el gozo del Evangelio en medio del dolor y las heridas con las que hemos sido marcados por la pandemia que estamos viviendo. Esta experiencia nos ha servido como dicen nuestros obispos para tomar conciencia de que no solo a nivel de Iglesia, sino también de sociedad, todos nos necesitamos, porque de la conducta de uno depende el destino de los otros.
Feliz Pentecostés.