Por Jesús Montejano
(Delegación de Piedad Popular, Cofrafías y Hermandandes)
En la actual situación en que nos encontramos por la pandemia del covid-19, hemos tenido que acotar el modo de relacionarnos. También a la hora de manifestar nuestra fe. Las procesiones y demás expresiones de piedad popular se han reducido a una mínima expresión. Nos hemos tenido que reinventar.
Pero esto que puede parecernos una limitación hemos de saberlo ver como una verdadera oportunidad de centrarnos en lo principal.
La piedad popular tiene su riqueza en los valores que encarna: el sentido casi innato de lo sagrado y de lo trascendente, el reconocer en profundidad los atributos de Dios, como su paternidad, providencia, presencia amorosa y constante, su misericordia, su solidaridad para con nosotros,…
El momento actual es momento de solidaridad y apertura a los otros; de paciencia; de abandono confiado en Dios; de ofrecimiento de los sufrimientos y la cruz personal, de nuestra sociedad y de nuestra familia; de desear agradar al Señor; de dar sentido penitencial a nuestra situación; de fomentar el sentido de amistad, caridad y unión familiar.
La piedad popular, tan conectada a la cultura, nos ha de ayudar a conservar la fe y su corazón, así como emprender nuevas iniciativas de evangelización. Atentos al mundo que nos rodea y a la llamada que el Señor nos hace a los cristianos, podremos dar un servicio útil y un testimonio auténtico, que nos ayude a todos y especialmente a los miembros de cofradías y hermandades, a conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más profunda.