"¡Qué abismo de generosidad!"

Comunidad de la Madre de Dios

(Monasterio de Buenafuente del Sistal)

 

 

 

Queridos amigos:

El sábado 11 de julio celebramos a nuestro padre san Benito; así es como las monjas lo nombramos cuando nos referimos a él. En su gran legado, la Regla que redactó para organizar nuestra vida, se dirige a los monjes como a hijos. Así comienza: “Escucha hijo”. Con esta exhortación establece la vida monástica como vida de familia, una comunidad fraterna.

El siglo pasado, en 1964, san Pablo VI eligió a san Benito patrono de Europa, el primero de todos y el más antiguo, ya que murió el año 547 en el Monasterio de Montecasino, por él fundado.

La Regla de san Benito, que ordena nuestra vida y orienta nuestra espiritualidad, destaca por ser profundamente humana. Es decir, san Benito conoce la naturaleza humana y se muestra a la vez misericordioso con las debilidades y firme en las correcciones. Los estudiosos dicen que la esencia de la Regla son la moderación y el equilibrio. No hay ningún capítulo superfluo, a pesar de la distancia histórica y cultural. Es provechosa para el hombre de hoy, pues se considera una buena norma de vida, no sólo para los monjes. Hace una justa distribución del día entre la oración, el trabajo y el descanso y procura la alternancia entre el trabajo físico e intelectual. Es la forma de vida llamada “ora et labora”. Y además, es breve. Por tanto, como dice el refranero, “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

Escuchemos lo que nos pregunta san Benito, en uno de los versículos del prólogo de su Regla, acerca de un tema muy actual: “¿Quién desea ver días felices?”. Todos los anhelamos, ¿no? Entonces él responde: “Si quieres gozar de la vida verdadera y perpetua, guarda tu lengua del mal y tus labios no hablen con falsedad”. En el mismo sentido dice el libro de los Proverbios: “En mucho charlar no faltará pecado, quien refrena los labios es sensato” (10, 19). Y de esto se explica que la charlatanería es la antítesis de unos labios al servicio del bien. El apóstol Santiago comenta este peligro de la lengua con un ejemplo muy clarificador: “Con la lengua bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así. ¿Acaso la fuente mana por el mismo caño agua dulce y amarga?” (3, 9-11).

En estos momentos convulsos en que sufrimos las graves consecuencias de la pandemia actual, aceptemos el consejo de san Benito y guardemos nuestra lengua de la maledicencia. Esforcémonos en “decir bien”, en bendecir a Dios con nuestras palabras y con nuestra vida. Sin miedo a nuestras pobrezas, recordemos lo que nos dice san Pablo: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad” (Rom 8, 26).

Con el deseo de que cada día conozcamos un poco más de san Benito, nos despedimos con esta expresión de san Pablo que nos llena de gozo el corazón: “¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y prudencia el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones, que incomprensibles sus caminos!” (Rom 11, 33).

 

Seamos felices y ayudemos a ser felices a los demás,

Vuestras hermanas de Buenafuente del Sistal

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