Comunidad de la Madre de Dios
(Monasterio de Buenafuente del Sistal)
Queridos amigos:
Los cistercienses, como sucede en muchísimos pueblos de nuestro país, celebramos en agosto nuestras fiestas patronales. En la diócesis hay dos monasterios cistercienses, el de Santa Ana de Brihuega y el nuestro. Este año honraremos a nuestros patronos, La Virgen de la Asunción y san Bernardo con las mismas mermas que toda España.
La pandemia nos pone trabas para compartir con amigos y familiares nuestros sentimientos y emociones. Tal vez sea la oportunidad de interiorizar más lo que vivimos, para que al comunicarlo no pierda intensidad, a pesar de la distancia social obligatoria. Es cierto que muy difícilmente podremos sustituir un abrazo repleto de emoción y franqueza o un apretón de manos… Pero hagamos el esfuerzo por comunicar y por compartir como nos sea posible, ya que es lo propio de la naturaleza humana. Tengamos siempre en cuenta el consejo de nuestro padre san Bernardo: “Seamos como una concha que no derrama el agua hasta que está llena, entonces comunica lo que le sobra sin perjudicarse a sí misma.”
Esta situación tan nueva, como extraña, que estamos viviendo por el peligro del contagio del Covid 19, ha puesto a muchas personas “en salida”, como dice el Papa Francisco. La Iglesia se ha multiplicado para llegar a todos los que tienen necesidades, tanto materiales como espirituales. Esto se explica porque la energía que tenemos los cristianos no se agota, es justo al contrario. Quien se siente amado por Jesucristo personalmente, cuanto más da, más Amor de Dios tiene. En palabras de san Pablo a los Romanos: “Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios se infunde en nuestro corazón por el don del Espíritu Santo” (5, 5).
Desde aquí queremos agradecer a todos las personas que desde su puesto de trabajo y de forma voluntaria, han tenido la capacidad, en este tiempo de adversidad, de perseverar en la fe y en la caridad, manteniendo así la esperanza. Y esta misma es la llamada que todos tenemos: ahondar, recordar el Amor que Dios ha tenido por cada uno de nosotros a lo largo de nuestra vida para hacernos crecer en fe, esperanza y caridad.
Y en esta tarea, como en toda nuestra vida, nos confiarnos a la protección de nuestra Madre la Virgen María, para que provea “como en Caná de Galilea y pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba”, como decimos en la oración que rezamos todos los días al terminar el Ángelus.
¡No hay nada difícil para la Señora! (Hno. Rafael)
Vuestras hermanas de Buenafuente del Sistal