Por José Ramón Díaz-Torremocha
(de las Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)
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Eran amigos de muchos años. Desde que se conocieron en su Conferencia y se hizo realidad entre ellos, el conseguir realmente ser miembros de una comunidad cristiana y vivir en una fraterna relación amical. Aspiración que debe tener todo consocio de Conferencia o simplemente, no existe Conferencia de San Vicente de Paúl (1).
Un día, uno de los dos amigos, el mayor, cayó enfermo y cuando los médicos investigaron, se encontraron con un cáncer que, en la consiguiente operación, ya estaba muy extendido, de manera que indicaron que no se podía hacer nada. Era a finales de los sesenta del siglo pasado y no se había logrado aún combatir la enfermedad con la eficacia que se ha logrado en estos últimos años.
Ambos amigos, eran conscientes de que el final de la existencia de uno de ellos, estaba próxima. Sin embargo y durante la poca mejoría que alcanzó el consocio mayor tras la operación, que sólo duró unos pocos meses, intensificaron su proximidad y la visita de ambos a Jesús Eucaristía. Siempre salían fortalecidos y alegres de esas visitas al Misericordioso. La enfermedad y sus señales, no eran temas frecuentes de conversación. Había temas más importantes, como el intentar vivir con más entrega que nunca en presencia de Dios con aquellos que sufrían.
Un día el consocio enfermo, cuando ya empezaba a sentir algunas molestias que anunciaban el próximo final, le comentó: “amigo, esto se acaba. Estoy llegando al final. Esto se acaba”. El consocio sano, no se dejó arrastrar por el dolor y la melancolía que sentía en su alma. Respondió rápido: No, amigo. No vamos a empezar a dudar ahora: esto no se acaba estás llegando al comienzo. Al comienzo de la Vida, de encontrarte con el Creador, de vivir con Él y en Él. Al comienzo de iniciar una nueva Vida pletórica y a la que el salmista no sabiendo cómo definir toda la grandeza de esa vida en la Gloria, la gloso así: “El Señor es mi pastor; nada me falta. En verdes praderas me hace descansar, a las aguas tranquilas me conduce, me da nuevas fuerzas y me lleva por caminos rectos, haciendo honor a su nombre” (2).
Callaron ambos y contemplaron el bonito atardecer que se anunciaba allá a lo lejos. Era el regalo que, quizás, el Creador había dispuesto para ellos dos solos. Para aquellos dos buenos amigos, consocios y creyentes. Para aquellos dos hermanos en la Fe compartida y vivida en la comunidad de la Conferencia y más allá.
Hablaron de lo que cada uno entendía que sería el Cielo de los hijos de Dios, mientras iban de una Visita a la siguiente que no dejaron nunca de realizar. Se divertían imaginando los mayores “disparates” que les facilitaría el Señor para hacerles felices. Sólo les faltaba imaginar que habría un “tiovivo”. Sabían que ellos no serían capaces de imaginar todas las bondades de aquel lugar. Pero en medio de su oración compartida, alejaban la melancolía.
La enfermedad avanzaba hasta hacerse ya patente en el aspecto físico del querido consocio. Ya no salía de casa y era el amigo quien le visitaba a diario y ambos, rezaban el rosario juntos.
Todo fue muy rápido. Una mañana, el hijo mayor de aquel consocio enfermo, llamó al amigo y consocio de su padre para contarle que éste, su padre, había empeorado durante la noche y había fallecido.
Le dijo emocionado, que su padre había dejado un recado para él en sus últimos momentos:
“Estoy en paz. Decidle a mi querido amigo que emprendo el viaje de vuelta a casa del que tanto hemos hablado. Allí nos veremos un día.”
Con alguna lágrima, el consocio más joven dijo en silencio al Creador: Trátalo con Tu Misericordia Señor, pues ha intentado vivir con alegre entrega a los que sufrían y “sirviendo en Esperanza”.
Con María, siempre a Cristo en y con María.
José Ramón Díaz-Torremocha
de las Conferencias de San Vicente
Guadalajara, España
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(1) “La aceptación del Plan de Dios, en cada uno, hace creer las semillas del amor, la generosidad, la reconciliación……. Los Vicentinos tienen el privilegio de animar estas señales de la presencia de Cristo resucitado en los pobres y entre ellos mismos” (Regla S.S.V.P. art. 1.11)
(2) Salmo 23
TO FINISH OR TO START
They had been friends for many years, since they met in their Conference and made a reality their dream of really being members of a Christian community and living in a fraternal and friendly relationship. Any fellow member of a Conference should have this aspiration; otherwise, there is no Conference of St. Vincent de Paul. (1)
One day, the eldest of the two friends fell ill. When the doctors examined him, they found a cancer that, as they saw in the ensuing surgery, was already quite widespread. Therefore, they said that nothing could be done. It was in the late sixties of last century, and the disease was not treated as effectively as in recent years.
Both friends were aware that one of them was close to the end of his existence. However, during the short improvement of the eldest fellow member after the surgery, which lasted only a few months, they intensified their closeness and their visit to Jesus Eucharist. They always left strengthened and joyful after these visits to the Merciful. The illness and its symptoms hardly came in their conversation. There were more important topics, such as trying to live with more dedication than ever, in God’s presence, to those who suffer.
One day the sick fellow member, already feeling some discomfort that heralded the forthcoming end, said to him, “my friend, this is over; I am coming to the end. This is over”. The healthy fellow member was not swept away by the pain and the melancholy that his soul was feeling. He quickly replied, “No, my friend. We are not going to start doubting now: this is not over; you are getting to the beginning. To the beginning of Life, of meeting the Creator, of living with Him and in Him. You are at the beginning of starting a new thriving Life, which the Psalmist, not knowing how to define the greatness of this life in the Glory, described it thus: “The Lord is my shepherd, I shall not want. He makes me lie down in green pastures, he leads me beside the still water, he restores my soul and leads me in the paths of righteousness for his name’s sake”. (2)
Both kept silent and contemplated the beautiful sunset that could be seen far in the distance. That was the gift that, perhaps, the Creator had prepared only for them. For those two good friends, fellow members and believers. For those two brothers in the Faith shared and lived in the community of the Conference and beyond.
On their way from one Visit to the next, visits that they never stopped paying, they talked about what each understood to be the Heaven of God’s children. They had fun imagining the greatest “nonsensical things” that the Lord would provide to make them happy. They were only short of imagining that there would be a “merry-go-round”. They knew that they would not be able to imagine all the goodness of that place. But in the midst of their shared prayer, they kept the melancholy away.
The disease was progressing to become obvious in the physical aspect of that beloved fellow member. He no longer left home, his friend visited him every day and both said together the rosary.
Everything went very fast. One morning, the eldest son of that sick fellow member called his father’s friend and fellow member to tell him that his father had worsened during the night, and that he had died.
Overcome by emotion, he told him that his father, in his last moments, had left a message for him:
“I am at peace. Tell my dear friend that I set off on my trip back home, of which we have talked so often. We will meet there one day.”
With some tears, the younger fellow member silently said to the Creator, Lord, be merciful with him, for he has tried to live with a joyful dedication to those who suffer, and he has “served in Hope”.
With Mary, always towards Christ in and with Mary.
José Ramón Díaz-Torremocha
Conferences of Saint Vincent
Guadalajara, Spain
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(1) The acceptance of God’s Plan leads each one to nurture the seeds of love, generosity, reconciliation……. Vincentians are privileged to foster these signs of the presence of the Risen Christ in the poor and among themselves” (Rule S.S.V.P. art. 1.11)
(2) Psalm 23
FINIR OU COMMENCER
Ils étaient amis depuis de nombreuses années. Depuis qu’ils se sont rencontrés au sein de leur Conférence, devenir membres d’une communauté chrétienne et vivre dans une relation fraternelle amicale furent une réalité pour eux. Tout confrère de Conférence doit avoir cette aspiration ou, tout simplement, il n’y a pas de Conférence de Saint Vincent-de-Paul (1).
Un jour, l’aîné des deux amis est tombé malade et quand les médecins l’ont examiné, ils ont trouvé un cancer qui, lors de l’opération qui a suivi, s’était avéré être déjà très répandu. C’est pourquoi, ils ont communiqué qu’il n’y avait rien à faire. C’était à la fin des années soixante du siècle dernier et on n’avait pas encore réussi à combattre la maladie avec l’efficacité qui existe ces dernières années.
Les deux amis étaient conscients que la fin de l’existence de l’un d’eux était proche. Cependant, au cours de la légère amélioration du confrère plus âgé après l’opération, qui n’a duré que quelques mois, ils ont intensifié leur proximité et leur visite à Jésus Eucharistie. Ils sortaient toujours renforcés et joyeux de ces visites au Miséricordieux. La maladie et ses signes n’étaient pas des sujets fréquents de conversation. Il y avait des questions plus importantes, comme essayer de vivre avec plus de dévouement que jamais vers ceux qui souffrent, en présence de Dieu.
Un jour, le confrère malade, alors qu’il commençait déjà à ressentir un malaise qui annonçait une fin proche, lui dit : « Mon ami, c’est fini. J’arrive à la fin. C’est fini ». Le confrère sain ne s’est pas laissé emporter par la douleur et la mélancolie qu’il ressentait dans son âme. Il a répondu rapidement : Non, mon ami. Nous n’allons pas commencer à douter maintenant : ce n’est pas la fin, tu es en train d’arriver au début. Au début de la Vie, de la rencontre avec le Créateur, de vivre avec Lui et en Lui. Au début de commencer une nouvelle Vie pléthorique que le psalmiste, ne sachant pas définir toute la grandeur de cette vie dans la Gloire, la décrivit ainsi : « le Seigneur est mon berger ; je ne manquerai de rien. Il me fait reposer dans de verts pâturages, il me dirige près des eaux paisibles. Il me donne une nouvelle force et me conduit dans les sentiers de la justice, en honorant son nom » (2).
Les deux sont restés en silence et contemplaient le beau coucher de soleil qui s’annonçait au loin. C’était le don que le Créateur avait peut-être préparé pour eux seuls. Pour ces deux bons amis, confrères et croyants. Pour ces deux frères dans la foi partagée et vécue dans la communauté de la Conférence, et au-delà.
Ils ont parlé sur ce que chacun entendait par le Ciel des enfants de Dieu, quand ils allaient d’une visite à l’autre, visites qu’ils n’ont jamais cessé de rendre. Ils s’amusaient à imaginer les plus grands « non-sens » que le Seigneur fournirait pour les rendre heureux. Il ne leur manquait qu’imaginer qu’il y aurait un « manège ». Ils savaient qu’ils ne seraient pas capables d’imaginer toutes les bonnes choses de cet endroit. Mais en étant plongés dans leur prière commune, ils éloignaient la mélancolie.
La maladie progressait pour devenir évidente dans l’aspect physique du confrère bien-aimé. Il ne quittait plus la maison et c’est l’ami qui lui rendait visite tous les jours, pour réciter ensemble le chapelet.
Tout se passa très rapidement. Un matin, le fils aîné du confrère malade, appela l’ami et confrère de son père pour lui dire que celui-ci, son père, s’était aggravé pendant la nuit et était décédé.
Très ému, il lui dit que son père avait laissé un message pour lui dans ses derniers moments :
« Je suis en paix. Dis à mon cher ami que je commence le voyage de retour à la maison dont on a tant parlé. On se rencontrera là-bas un jour ».
Avec quelques larmes, le confrère plus jeune dit en silence au Créateur : Traitez-le avec Votre Miséricorde, Seigneur, car il a essayé de vivre avec un dévouement joyeux envers ceux qui souffraient et a « servi dans l’Espérance ».
Avec Marie, toujours vers le Christ en et avec Marie.
José Ramón Díaz-Torremocha
Conférences de Saint Vincent
Guadalajara, Espagne
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(1) « L’acceptation du Dessein de Dieu en chacun d’eux, les conduit à faire croître les germes d’amour, la générosité, la réconciliation……. Les Vincentiens ont le privilège d’encourager les signes de la présence du Christ ressuscité chez les pauvres et parmi eux » (Règle S.S.V.P. art. 1.11).
(2) Psaume 23