Por Carmen Belén Moreno
(religiosa adoratriz)
Hay que apostar por algo, comprometerse con una causa y en ella empeñar los sueños, las capacidades, la ilusión y las ganas. Por ella dejarse la piel y las entrañas. En ella reír de júbilo con cada pequeña conquista. Luchar a brazo partido para que esa causa tenga un horizonte. Hay muchas causas posibles, muchas historias esperando una mano tendida. Y cada una/o somos llamadas/os a encontrar nuestro camino.
Y mi camino comenzó en Granada, en una familia creyente, humilde, sencilla y trabajadora que no sólo me educo como una buena persona, sino que me facilito todos los medios para poder ser una mujer competitiva en el trabajo, independiente y con ambiciones que hiciesen mi vida más fácil y cómoda.
Pero ese era el camino marcado por mis padres, no sabía que mi Padre del Cielo abría todas las puertas existentes para que yo eligiese el camino que más me apasionase, mi sorpresa fue que ese camino coincidía siguiendo al Jesús que pasaba por la vida haciendo el bien.
Me resistí cuanto pude pensando que podría encontrar algo mejor para mi vida, pero no pude dejar de comprometerme con algo que me hacía sentir viva y con más ganas de vivir y levantarme cada mañana y mis sentidos se despertaban a flor de piel, atentos a las necesidades de otras personas, que hacían que mis entrañas ardiesen por un mundo más justo, más humano.
Descubrí que toda mi vida había sido lo que debía ser para llegar al momento en que sólo una persona podía hacerme mejor, más yo, Jesús, el hijo de María.
Ya no podía resistirme más, pues había sido vencida en una llamada que plenificaba todo mi ser, eso era lo mejor para mí y quería que fuese bueno para todas las personas con las que entraría en contacto en mi vida y quien sabe, quizás también para aquellas que jamás les pondría rostro o nombre.
Decidí ser religiosa Adoratriz, donde el centro de la vida es Jesús Eucaristía, un Jesús lleno de vida, bondad y amor sin límite que me indicaba el camino de la misericordia, y la libertad, no sólo para mí, sino también para muchas mujeres y niñas vulneradas por mil situaciones de prostitución, prisión, drogadicción, maltrato, o por el simple hecho de ser mujer quizás entendida más por ser objeto que por ser persona.
No puedo dejar de escribir mi agradecimiento a todas aquellas personas que me han ayudado a ser mejor en mi opción de vida, porque han creído en mi de una manera especial, mirando en mí más allá de lo que yo podía ver, ayudándome a avanzar mucho más de lo que yo hubiese podido imaginar.
Os invito a cada una de las personas que puedan leer estas líneas que descubran esas presencias para ellas que son sanadoras, que resucitan y generan vida, al estilo de Jesús.
Y sintamos esa Presencia que nos alienta, nos acompaña, nos da vida, y enamora con su misión de bondad, paz, y misericordia entrañable para con todos, sin distinción.