Jesús Francisco Andrés Andrés
Delegado de Pastoral de la Salud
Hoy celebramos en toda la Iglesia a Nuestra Señora la Virgen de Lourdes y la Jornada Mundial del Enfermo.
Llevamos casi un año en el que todos los días -a causa de la pandemia del Covid- estamos oyendo hablar de enfermos, de contagiados, de personas que han fallecido. Y podemos correr el riesgo de “acostumbrarnos” a tanto enfermo y a tanto muerto.
Llevamos once meses oyendo y usando palabras que nunca habíamos oído ni usado y que incluso no estaban en el diccionario: autoconfinamiento, estado de alarma, cierre perimetral, gel hidroalcohólico, pcr -positivo o negativo- , incidencia acumulada, uniformes epi, distancia de seguridad....
Las mascarillas que llevamos no dejan ver nuestros labios ni nuestra sonrisa aunque hay que reconocer que ahora nos miramos a los ojos mucho más que antes y a través de ellos también expresamos nuestra alegría, tristeza, dolor, preocupación....
Hemos oído sobre la pandemia tanta información a través de la tele, de la radio, del móvil... que podíamos hacer todos una tesis.
Hoy el Papa Francisco nos dirige a todos un mensaje de esperanza y nos propone una tarea a través de dos palabras: “Cuidémonos mutuamente”.
Esta tarea es de todos y para todos. Hemos de cuidarnos todos... y cuidar a todos.
Alguien me podría decir ¿cuántos infectados por Covid hay en el tercer mundo? ¿Cuántos están ingresados en camas convencionales o en camas UCI?. ¿Cuántos hospitales tienen al borde del colapso? ¿Cuántas dosis de vacunas hay para ellos y cuándo van a comenzar a vacunarlos? ¿Cuántos han fallecido a causa de esta enfermedad?
A nuestro alrededor hay muchas personas enfermas, unos en los hospitales, otros en sus hogares, y a todos hemos de cuidar. Y no podemos olvidarnos de todos aquellos que por vivir en países del tercer mundo o en vías de desarrollo ni siquiera aparecen en las noticias de la tele. Y lo podemos hacer de muchas maneras: con nuestra oración, con nuestro apoyo, aunque no podamos estar “presencialmente” ante ellos.
Ahora que vivimos en un mundo tan socializado y “comunicado” no podemos abandonar a los que sufren en la soledad.
No nos olvidemos tampoco de que junto a un enfermo hay alguien más que sufre: su familia, sus amigos íntimos, el personal sanitario que le atiende... por eso la tarea del “cuidado” se amplía... hay que cuidar al enfermo y cuidar al cuidador.
A Jesús y a María nos dirigimos todos los días pidiendo por nuestros enfermos. Tanto el Hijo como la Madre son modelos -para todos nosotros- de cómo hay que cuidarse y cómo se cuida a los demás... echémosles una mano y cuidémonos todos mutuamente.
Desde aquí nuestro agradecimiento a todos aquellos que de modo sencillo y callado han cuidado durante estos meses -y siguen cuidando- a todos los que han sufrido las consecuencias de esta pandemia y de otras enfermedades. Para todos un abraazoo en el Señor y en María -que por internet sí que se puede dar-.