Por José Ramón Díaz-Torremocha
(de las Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)
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¿De Dios o de Disney?
Oigo con desafortunada frecuencia, las explicaciones más peregrinas sobre temas eclesiales e incluso de pura Fe. En general sobre la vida de la Iglesia. Me sorprendo con las afirmaciones más asombrosas, enunciadas y defendidas con ardor como la mayor verdad. Otro día escribiré a mis amigos, algún párrafo de las historias inventadas sobre las relaciones personales en el Vaticano. Alguna experiencia me acompaña, como para poder escribir con referencia a las noticia-patraña que con tanta frecuencia nos acompañan de ese pequeño Estado. Pero, vuelvo al tema de este mes: sobre lo que se afirma como verdades.
A veces, tengo mis dudas. ¿Somos hijos de Dios e intentamos seguir a Jesucristo o a Disney? ¡A Disney, sí! No se asombre el amigo lector. ¿Cuántas veces no nos fabricamos nuestra propia imagen de Dios y la soltamos y defendemos a capa y espada? ¿Cuántas veces no oímos auténticos disparates como si realmente estuvieran recogidos en la Biblia, en la Doctrina de la Iglesia o en la Tradición?
En la mayoría de las ocasiones, son disparates “coloridos” de “buen rollito”, simpáticos como, nos dicen ahora: “el Señor debe ser simpático” Normalmente se nos pone cara de bobo y pensamos qué bueno es Dios y cuánto sabe sobre Él, el que nos lo está revelando ya sea personalmente o por escrito. Descuiden que no preguntarán por las dudas que se presenten a un sacerdote católico próximo. ¿Para qué si Dios es tan bueno, que nos acoge a todos y nos perdona siempre?
Esta afirmación sobre la bondad de Dios en la que creo firmemente y que sin la menor duda es cierta, insisto, lo es con el muy importante matiz, que casi nunca oímos, de que aceptemos de verdad en nuestro corazón la propia existencia de Dios, como una realidad al margen de convenciones sociales, e intentemos vivir de acuerdo a sus enseñanzas. Eso no parece tener importancia. ¡Dios es tan bueno! Y volvemos a la cara de bobo.
Me recuerda, cuando presencio alguna conversación en la que se vierte alguna barbaridad dicha con mucha seriedad, a “Bambi”, aquella inolvidable película de mi niñez, donde alrededor del nacimiento y vida de un pequeño cervatillo, se teje toda una historia en la que aquel formidable Director-Productor de cine norteamericano, hace hablar desde a una vieja lechuza o a un búho, ya no recuerdo bien, hasta a multitud de animalitos del campo. Con todo el respeto del mundo, me parece que con mucha frecuencia nos creemos Disney y ponemos en boca de Dios y como verdades, sólo productos de nuestra imaginación y buena fe de la que no dudo. Incluso coloridas versiones, pero……. exentas de cualquier grado de verosimilitud. Disparatadas en relación a la verdadera Fe recibida.
En definitiva, a veces, hacemos un Dios a nuestra imagen. Igual que Disney ponía voces a los dibujos que nos iba presentando en sus películas, así nosotros, con frecuencia, hacemos un Dios a nuestra imagen, como si fuéramos Disney y estuviéramos creando el guion de una películas simpática, colorida, cómoda de ver, pero anodina, nada exigente para con el prójimo, teológicamente hablando. Esto es: no como Dios quiere que sean las relaciones entre los seres humanos. Olvidándonos de las reales tensiones, de los necesarios esfuerzos que se nos exigen, si de verdad queremos amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos. Un amor, más allá del que representan los simpáticos conejitos de “Bambi” o el viejo y simpático búho.
Un amor que ha de superar barreras muy difíciles para con el hermano y prójimo cercano y fuera del colorido y el buenismo de la pantalla. El ser real tantas veces atormentado y siempre complejo.
A ese ser real, tan alejado del buenismo del cervatillo de Disney, a su servicio, es al que debemos ponernos los miembros de las Conferencias como auténticos cristianos, para hacernos perdonar, como nos recuerda San Vicente, el poco bien que les hagamos.
Con Cristo a través de María
José Ramón Díaz-Torremocha
de las Conferencias de San Vicente
Guadalajara, España
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PLEASE FIND BELOW THE TEXT IN ENGLISH
Of God or of Disney?
Unfortunately, I hear frequently the weirdest explanations about ecclesial topics and even about the faith itself. In general about the life of the Church. I am surprised by the most astonishing claims, vehemently stated and defended as the greatest truth. Another day I will write some paragraphs to my friends, about the made-up stories concerning personal relationships in the Vatican. I think I have some experience, which allows me to write about the tall tales we hear so often about this small state. However, I go back to the topic of this month: what is stated as truth.
Sometimes I wonder, are we children of God trying to follow Jesus Christ or to follow Disney? Disney, indeed! My friends and readers, you should not be surprised. How many times do we not make our own image of God, release it, and fight tooth and nail to defend it? How many times do we not hear utter nonsenses as if they were actually contained in the Bible, the Doctrine of the Church, or in tradition?
In most cases, they are "colourful" cool nonsense of "good vibes", as they tell us now, "The Lord must be nice". We usually get a dumb face and think how good God is and how much he knows about Him, he the one who is telling it either personally or in writing. Do not expect them to ask the nearest Catholic priest to clarify the possible doubts! What for, if God is so good that He welcomes everybody and always forgives us?
This assertion of the goodness of God in which I firmly believe and which without doubt is true, I insist, is so with the very important nuance, which we almost never hear, that we truly accept in our hearts the very existence of God as a reality, regardless of social conventions, and we try to live according to His teachings. This does not seem to matter. God is so good! And we get again a dumb face.
When I witness a conversation in which some outrageous thing is uttered most earnestly, it reminds me of "Bambi". This was that unforgettable film of my childhood, where around the birth and life of a small fawn, a whole story is woven in which that great American film Director-Producer, makes speak from an old owl to a multitude of little animals in the forest. With the greatest respect, it seems to me that very often we think ourselves Disney and put in the mouth of God as truths, only the product of our imagination and good faith, of which I do not have any doubt. Even colourful versions, but....... devoid of any kind of plausibility. Nonsensical compared to the true Faith that we have received.
Ultimately, we sometimes create a God at our own image. Just as Disney gave a voice to the cartoons he featured in his films, so we often make a God at our image, as if we were Disney and we were creating the script of a nice, colourful, easy-to-see, but bland movie. A film that, from the theological point of view, is not demanding for the spectators. This means: not as God wants the relationships between human beings to be. Forgetting the real tensions, the necessary efforts that we are required to make, if we really want to love our neighbour as ourselves. A love, which goes beyond the love represented by the lovely little rabbits of "Bambi" or by the old, friendly owl.
A kind of love that has to overcome very difficult barriers with the closest brother and neighbour and which is outside the colourful and “do-gooder feeling” of the screen. With that real human being so many times tormented and always complex.
It is that real being, so far from the goodness of Disney’s little fawn, we members of the Conferences must serve, as true Christians, in order to be forgiven, as St. Vincent reminds us, for the little good we do to them.
With Christ through Mary
José Ramón Díaz-Torremocha
Conferences of Saint Vincent de Paul
Guadalajara, Spain
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