Nacido en Caleruega (Burgos), fundador de los Dominicos y Dominicas, predicador de la gracia y ardiente misionero, sobresalió también por su amor a María, por ser el gran difusor del Rosario y por los numerosos santos entre sus seguidores
Por Jesús de las Heras Muela
(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)
El 6 de agosto de 1221, en el convento de San Nicolás de las Viñas de la ciudad italiana de Bolonia, donde está enterrad, en un extraordinario sepulcro de plata, falleció uno de los principales personajes del medievo, de origen español y vocación universal: santo Domingo de Guzmán. Su memoria litúrgica se celebra el 8 de agosto, dado que el día 6 de agosto, fecha de su muerte, es la festividad de la Transfiguración del Señor.
Seguidores suyos en los altares son santos tan destacados Raimundo de Peñafort, Alberto Magno, Tomás de Aquino, Catalina de Siena, el pintor fray Angélico, Rosa de Lima, Martín de Porres, etcétera. Su madre, Juana Aza, y su hermano, Manés de Guzmán, son beatos.
Año Jubilar
La Familia Dominica celebra esta efeméride con un año jubilar desde el 6 de enero de 2021 al 6 de enero de 2022 el ochocientos aniversario de la partida de Santo Domingo de Guzmán.
El tema y lema de la celebración del jubileo es “En la mesa con santo Domingo”. Este tema se inspira en la tabla de Mascarella, tabla sobre la cual se pintó el primer retrato de santo Domingo poco después de su canonización.
La celebración jubilar invita a reflexionar sobre algunas cuestiones: (1) ¿Qué significa para la Familia Dominicana estar a la mesa con santo Domingo aquí y ahora (hic et nunc)? (2) ¿De qué manera su vida y su trabajo inspiran y animan a compartir la vida, la fe, esperanza y amor, los bienes espirituales y materiales, para que otros se nutran también en esta misma mesa? (3) ¿Cómo esta mesa se convierte en mesa para compartir la Palabra y el Pan de Vida?
Y es que se trata de celebrar a santo Domingo de Guzmán no como un santo que se encuentra solo en un pedestal, sino como un santo que disfruta de la comunión en la mesa con sus hermanos, reunidos por la misma vocación de predicar la Palabra de Dios y compartir el don de Dios de la comida y de la bebida.
Desde el 25 de marzo de 2021 hasta el 7 de octubre de 2021 la basílica de Santo Domingo de Bolonia y el claustro del convento acogen la exposición “En la mesa con Santo Domingo” (“A tavola con Santo Domenico”), en la que se exhibe por primera vez la “Tabla de la Mascarella” en su totalidad. Esto es muy significativo, puesto que las partes de esta tabla se encuentran actualmente dispersas en diferentes lugares.
La exposición incluye actualizaciones sobre el tema de “la mesa” en el arte contemporáneo, lo que ayuda a reflexionar sobre las cuestiones planteadas anteriormente.
Breve semblanza biográfica
Nació en Caleruega (Burgos, España), alrededor del año 1170. Estudió Teología en Palencia, fue ordenado sacerdote y nombrado canónigo de la catedral de Osma y después profesor de Teología en Palencia. En 1206, tras conocer la expansión de las herejías cátara y albigense por Europa, se establece, por mandato del Papa, en el Langedoc francés. Renunció a tres obispados para los que fue elegido. Para predicar la doctrina católica entre los pueblos apartados de la fe, en 1215 establece en Toulouse (Francia) la primera casa masculina de su Orden de Predicadores, los Dominicos. También gracias a su impulso nacen las Dominicas.
Su carisma fue el servicio evangelizador a la verdad y pureza de la fe católica, la predicación y la atención a los pobres. Realizó numerosos viajes por Europa con estas finalidades. En Roma, se estableció en la basílica de Santa Sabina, en el Aventino, y donde tuvo un encuentro memorable con san Francisco de Asís.
Santo Domingo de Guzmán es el gran difusor y divulgador del rezo del Santo Rosario, que él mismo sistematizó. Sobresalió asimismo por el amor a la pureza, de modo que suele ser representado en la iconografía con una azucena. Falleció en Bolonia (Italia) el 6 de agosto de 1221. Su memoria litúrgica es el día 8 de agosto.
Decálogo del santo según Benedicto XVI
A la luz de su catequesis del 3 de febrero de 2010 sobre el fundador de la Familia Dominicana, quien, como reza su oración litúrgica, “inflamado del celo de Dios y de ardor sobrenatural, por su caridad sin límites y el fervor del espíritu vehemente se consagró totalmente, con el voto de pobreza perpetua, a la observancia apostólica y a la predicación evangélica”, he aquí, en forma de decálogo, las diez centrales de la catequesis de Benedicto XVI sobre este gran santo del medievo:
1.- La primacía de Dios: Hablaba siempre con Dios y de Dios. En la vida de los santos van siempre juntos el amor al Señor y al prójimo, la búsqueda de la gloria de Dios y de la salvación de las almas.
2.- Palabra de Dios y caridad: Se distinguió en seguida por el interés en el estudio de la Sagrada Escritura y por el amor a los pobres
3.- La clave es servir: El servicio y la humildad, más allá de los honores y de hacer carrera.
4.- La comunión eclesial: Fue el Papa, al que el obispo Diego y Domingo se dirigieron para pedir consejo, quien pidió a este último que se dedicara a la predicación a los albigenses. Este gran santo nos recuerda que en el corazón de la Iglesia debe arder siempre un fuego misionero, que impulsa incesantemente a llevar el primer anuncio del Evangelio y, donde sea necesario, a una nueva evangelización: de hecho, Cristo es el bien más precioso que los hombres y las mujeres de todo tiempo y de todo lugar tienen derecho a conocer y amar. Y es consolador ver cómo también en la Iglesia de hoy son tantos —pastores y fieles laicos, miembros de antiguas Órdenes religiosas y de nuevos movimientos eclesiales— los que con alegría entregan su vida por este ideal supremo: anunciar y dar testimonio del Evangelio.
5.- El misionero: Así, la acción misionera hacia quienes no conocen la luz del Evangelio, y la obra de nueva evangelización de las comunidades cristianas se convirtieron en las metas apostólicas que Domingo se propuso conseguir.
6.- Los dos valores claves para la misión: Domingo quiso dar relevancia a dos valores que consideraba indispensables para el éxito de la misión evangelizadora: la vida comunitaria en la pobreza y el estudio. Estimulaba la vida fraterna y la responsabilidad de todos los miembros de la comunidad,
7.- La riqueza de la pobreza: Se presentaba y era mendicante, es decir, sin grandes propiedades de terrenos que administrar. Este elemento les hacía más disponibles al estudio y a la predicación itinerante y constituía un testimonio concreto para la gente.
8.- Procurar la mejor formación posible: Domingo, con un gesto valiente, quiso que sus seguidores adquirieran una sólida formación teológica, y no dudó en enviarlos a las universidades de la época, aunque no pocos eclesiásticos miraban con desconfianza a esas instituciones culturales. El desarrollo de la cultura exige que quienes desempeñan el ministerio de la Palabra, en los distintos niveles, estén bien preparados. Exhorto, por tanto, a todos, pastores y laicos, a cultivar esta “dimensión cultural” de la fe, para que la belleza de la verdad cristiana pueda ser comprendida mejor y la fe pueda ser verdaderamente alimentada, fortalecida y también defendida. En este Año sacerdotal, invito a los seminaristas y a los sacerdotes a estimar el valor espiritual del estudio. La calidad del ministerio sacerdotal depende también de la generosidad con que se aplica al estudio de las verdades reveladas.
9.- El dinamismo pastoral de la formación cristiana: La teología tiene una dimensión espiritual y pastoral, que enriquece el alma y la vida. un anhelo pastoral en el estudio contemplativo de esa verdad, por la exigencia de comunicar a los demás el fruto de la propia contemplación.
10.- La devoción mariana y la oración: Con su santidad, nos indica dos medios indispensables para que la acción apostólica sea eficaz. Ante todo, la devoción mariana, que cultivó con ternura y que dejó como herencia preciosa a sus hijos espirituales, los cuales en la historia de la Iglesia han tenido el gran mérito de difundir la oración del santo rosario, tan arraigada en el pueblo cristiano y tan rica en valores evangélicos, una verdadera escuela de fe y de piedad. En segundo lugar, Domingo, que se hizo cargo de algunos monasterios femeninos en Francia y en Roma, creyó hasta el fondo en el valor de la oración de intercesión por el éxito del trabajo apostólico. Solo en el cielo comprenderemos hasta qué punto la oración de las monjas de clausura acompaña eficazmente la acción apostólica.
Carta del Papa Francisco
Con ocasión de este octavo centenario de la muerte del santo, el Papa Francisco escribió, el pasado 24 de mayo, una carta abierta, dirigida al maestro general de la Orden de Predicadores, el fraile filipino Gerard Francisco Timoner. En ella, el Papa detiene su mirada en el carisma de los dominicos y pide "llegar a todas las "periferias" del mundo.
En la misiva, el Santo Padre subraya que, entre los títulos atribuidos a santo Domingo destaca el de "Predicador de la Gracia" por su consonancia con el carisma y la misión de la Orden que fundó. Francisco, citando su exhortación apostólica sobre la llamada universal a la santidad, “Gaudete et exsultate” (“Alegraos y regocijaos”) señala que, Domingo respondió a la urgente necesidad de su tiempo no solo de una predicación del Evangelio renovada y vibrante, sino también, igualmente importante, de un testimonio convincente de sus llamadas a la santidad en la comunión viva de la Iglesia.
En el espíritu de toda auténtica reforma, trató de volver a la pobreza y la sencillez de la primitiva comunidad cristiana, reunida en torno a los apóstoles y fiel a sus enseñanzas. Al mismo tiempo, su celo por la salvación de las almas le llevó a constituir un cuerpo de predicadores comprometidos cuyo amor por la página sagrada y la integridad de la vida pudiera iluminar las mentes y calentar los corazones con la verdad vivificante de la palabra divina.
En nuestro tiempo, señala el Pontífice, caracterizado por grandes transformaciones y nuevos desafíos a la misión evangelizadora de la Iglesia, Domingo puede servir de inspiración a todos los bautizados, llamados, como discípulos misioneros, a llegar a todas las "periferias" de nuestro mundo con la luz del Evangelio y el amor misericordioso de Cristo.
Su testimonio de la misericordia, fuente de inspiración
Asimismo, el Papa Francisco subraya la gran vocación de Domingo que era predicar el Evangelio del amor misericordioso de Dios en toda su verdad salvadora y su poder redentor. “Su testimonio de la misericordia de Cristo y su deseo de llevar el bálsamo que cura a los que vivían en la pobreza material y espiritual inspirarían más tarde la fundación de vuestra Orden y darían forma a la vida y al apostolado de innumerables dominicos en diferentes tiempos y lugares”.
La unidad de la verdad y la caridad encontró quizás su máxima expresión en la escuela dominica de Salamanca, y en particular en la obra de fray Francisco de Vitoria, que propuso un marco de derecho internacional enraizado en los derechos humanos universales. Esto, a su vez, proporcionó la base filosófica y teológica para el compromiso heroico de los frailes Antonio Montesinos y Bartolomé de Las Casas en América, y Domingo de Salazar en Asia, para defender la dignidad y los derechos de los pueblos nativos. Todos ellos ya en el siglo XVI.
Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 6 de agosto de 2021