Por Ángel Moreno
(de Buenafuente)
“Luego (Judas Macabeo) recogió dos mil dracmas de plata entre sus hombres y las envió a Jerusalén para que ofreciesen un sacrificio de expiación. Obró con gran rectitud y nobleza, pensando en la resurrección. Si no hubiera esperado la resurrección de los caídos, habría sido inútil y ridículo rezar por los muertos. Pero, considerando que a los que habían muerto piadosamente les estaba reservado un magnífico premio, la idea era piadosa y santa” (2 Mac 12, 43-45).
In memoriam
A vosotros, que habéis llegado ya a la otra orilla; a cuantos de manera precipitada, según nuestras cuentas, os habéis marchado de nuestra vista, muchos por causa de la pandemia:
Aunque no pudimos acompañaros en vuestro tránsito, ni apretar vuestra mano al tiempo de invocar el nombre del Señor, a vosotros, que habéis sido raíz de nuestra existencia, hoy os recordamos agradecidos, conscientes de ser deudores vuestros.
Es deber de piedad, en memoria vuestra, aunque no os haga falta, la gratitud, el recuerdo, la oración y la ofrenda. Por necesidad nuestra os pedimos que aceptéis el homenaje de nuestra plegaria y el obsequio de nuestra limosna.
La fe nos permite no solo rogar por vosotros, sino también encomendarnos a todos los que ya habéis compartido el título que más os identifica con Cristo, su muerte, y la ofrenda de vuestro tránsito en tanta soledad.
Al tiempo de sentir alivio por saber que existís en Dios, y de quedar con paz, por teneros presentes en nuestros sufragios, interceded también por todos, especialmente por quienes padecen el acoso de la desesperanza y de la angustia ante el límite de sus fuerzas.
Que gocéis del descanso, de la luz, de la paz y de la visión de Dios.