Por Alfonso Olmos
(director de la Oficina de Información)
Poco ha durado la última, o no, salida de tono de los que, enarbolando la bandera de la igualdad, pretenden imponer sus doctrinas, en vez de ofertarlas en el libre mercado.
“La fe no se impone, se propone” decía Juan Pablo II en Cuatro Vientos la última vez que vino a Madrid, en mayo de 2003. Sin embargo, los talibanes civiles revestidos de prepotencia pretenden imponer su agenda, perfectamente pautada, que en ocasiones como esta, gracias a Dios, encuentra el rechazo social.
A nadie se le escapa que el 25 de diciembre es Navidad. El otro día oía yo a un joven paseando en la “feria” navideña de Guadalajara decir a la chica con la que iba de la mano: “yo soy ateo, pero pongo el Belén y el árbol; una cosa no tiene que ver con la otra”. ¡Hombre! Algo tiene que ver, pensé yo, pero el chico argumentaba después que “son elementos de nuestra cultura que no hay que perder”. En eso le doy la razón.
No sé ni en qué, ni en quién cree la comisaria de igualdad de la Comisión Europea, Helena Dalli, lo que sí sé es que, entre la diversidad cultural europea, algunos cristianos hay, más de los que ella, quizá, quisiera que hubiera en este viejo continente y que, posiblemente, otro lobby tan poderoso como el que abandera ella, le habrá dicho que la Navidad, además de la celebración del nacimiento de Jesucristo, es un hecho con una trascendencia y relevancia tal, que es mejor que se muerda la lengua y se esté calladita.
El globo sonda filtrado por algún medio, con esas meditadas recomendaciones, ha servido para que algunos se reafirmen en sus creencias y convicciones. No vendría mal que, además, se viviera más cristianamente esa celebración para no tener que estar recurriendo a otros argumentos, para defender lo evidente.
Felices fiestas de diciembre con motivo del Día de la Constitución y de la Inmaculada, y Feliz Navidad.