Inmaculada

Por Jesús Montejano

(Delegación de Piedad Popular, Cofrafías y Hermandandes)

 

 

 

En el corazón del Adviento luce con luz propia la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. Ella recuerda las profecías del Antiguo Testamento y anima nuestra espera del Mesías. Ella es la llena de gracia desde el primer instante de su concepción y se convierte en modelo de la Iglesia, que señala al Señor. Ella inauguró el linaje que venció el mal y el pecado, cuando en el Génesis pisa la serpiente, una dinastía que comienza con Jesucristo y que continuamos todos los bautizados.

 

Toda la Piedad Popular, así como el mundo de las cofradías y hermandades, tiene en María un referente firme, una señal que nos indica el fin de todas sus actividades y proyectos. Ella nos señala siempre a Cristo como referente necesario para la salvación, de la que se benefició ella y que nos beneficia a todos nosotros.

 

En este día de la Inmaculada se venera su memoria con las hogueras que en diversos lugares de la geografía de nuestra diócesis, señalando la importancia de la luz. Una luz ha aparecido en la torre dedicada a María en la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona. Así se ve en María simbolizada, desde los inicios del cristianismo, como “luz en medio de la oscuridad”, en palabras del Cardenal Juan José Omella. Una luz que, según el papa Francisco, ha de favorecer gestos cotidianos de amor, fraternidad y atención a los más desfavorecidos.

 

Necesitamos esa luz de María, esa referencia en estos momentos de dificultad y prueba, a la vez que son un reto apasionante para seguir iluminando, cuidado y favoreciendo a quienes nos necesitan.

 

A ella nos encomendamos a María con unos versos de Dámaso Alonso:

 

Déjame ahora que te sienta humana,

madre de carne solo,

Igual que te pintaron tus más tiernos amantes;

déjame que contemple, tras tus ojos bellísimos,

los ojos apenados de mi madre terrena;

Permíteme que piense

que posas un instante esa divina carga,

y me tiendes los brazos,

y me acunas en tus brazos

acunas mi dolor,

hombre que lloro.

Virgen María, madre,

dormir quiero en tus brazos,

Hasta que en Dios despierte.

 

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